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Sociedad

Un cuento para el día de Reyes cuando no existían redes sociales pero sí solidaridad

 

Toda la comitiva real en el escenario del Teatro Cervantes. Foto cedida por la familia González.

C.G.

Sólo tenía 4 años cuando Manuel González, Manolo Peral, entró en la vida de la protagonista de este cuento de día de Reyes.  O quizás fue antes, pero hasta ese justo momento no fue consciente de lo cerca que estaba. Era la Navidad de 1971, quizás 72. Su padre llegó a casa y dijo: “Voy a llevar a la niña a ver los Reyes Magos”. Casi en un murmullo, ya en la cocina, comentó a la madre: “Mi primo Peral quiere que la lleve al Cine Cervantes para darle un juguete”. Así comenzó una historia de admiración por un hombre al que la niña vio durante muchos años después y, siempre que lo miraba, aparecía en su  mente una muñeca con bordador que ese año le trajeron los Reyes Magos. La primera muñeca de su vida y una de las dos que tuvo.

Pero la historia comenzó un poco antes. Cuando la vida da una oportunidad, nunca sabes cuál fue el origen. Manuel González, Manolo Peral, le dio a esta niña de Arahal la oportunidad de jugar con esa muñeca cuando sus padres no podían hacerlo. Y no fue la única niña o niño que la tuvo, porque ese día el entrañable Cine Teatro Cervantes estaba lleno de familias cargadas con sus hijos o hijas a los que no podían comprar regalos de Reyes.

Como decíamos, todo empezó antes. La idea de organizar la Cabalgata de los Reyes Magos de Oriente ese año surgió del hijo de Manolo. José Antonio se llama, él heredó la sonrisa de su padre y parece que algo más. El día de Navidad estaba echando la reja de su tienda cuando se le acercó un niño.

-¿Qué te van a echar los Reyes Magos?, le dijo.

-Nada, vivo en el corralón que hay ahí. (Señaló en dirección al interior de la calle General Marina).

A José Antonio no le hizo falta más para saber que los padres de este niño no tenían para comprar regalos de Reyes y decidió actuar. Esa misma tarde se lo contó a su padre, Manolo, a Juan Catalán y a Pepe Brenes, todos de la Hermandad de San Antonio. Pepe Brenes regentaba el mítico establecimiento de La Fama, situado en la calle Cervantes, antigua calle Espaderos, donde vendía juguetes en estas fechas. Se pusieron manos a la obra, a pesar de que quedaba poco para la noche más mágica del año, la noche de los Reyes Magos de Oriente.

Foto: Manuel González.

El niño seguramente se fue esa tarde noche a su casa con la pregunta de José Antonio sonando en su cabeza. “¿Por qué todos los mayores se empeñan en estos días en hacerme la misma pregunta?”.  Así enfiló la calle General Marina y entró en José María Iglesias, poco tuvo que andar para llegar a su casa.

Vivía con su familia en una de las habitaciones que dividían una nave que un vecino de la localidad (Enrique Reina) les había dejado a unas cuantas familias con pocos recursos económicos. Una especie de casa de vecinos donde la intimidad estaba separaba por cortinas y paredes sin techos. Un hogar con muchas necesidades, de las más básicas, en los tiempos en los que aún le faltaba al antiguo régimen unos años para morir.

Cuando este niño volvió a su casa, no era ni mucho menos consciente de la chispa que había saltado en el interior de José Antonio, el hijo de Peral, con su comentario sobre el lugar donde vivía. En una familia donde la bondad y compasión eran bandera, la pregunta fue qué podían hacer para que ningún niño se quedara sin juguetes. La Hermandad de San Antonio y sus hermanos hicieron el camino para que a ningún niño o niña se quedara ese año sin jugar.

La máquina de la solidaridad se puso en funcionamiento. Entonces no había redes sociales, ni medios de comunicación locales que pudieran lanzar este tipo de actividades. Pero había conversaciones y visitas a la familia. Un cúmulo de circunstancias de este tipo hizo que los niños y niñas que recibirían estos juguetes tuvieran ya nombre y apellidos.

Esa tarde, Manolo se encontró con el padre de la niña, quién sabe dónde. Seguramente en el bar del Pena,  situado en a esquina General Marina con Duque, o, posiblemente, cuando iba de paso para ese lugar, entró en la tienda a ver a su primo. No sé sabe cómo, pero sí que ese año los Reyes Magos llegaron al Cine Cervantes en coche, cargados de juguetes que, incluso, en parte habían donado los americanos de la Base Aérea de Morón, en término municipal de Arahal.

El cine era la fiesta de la ilusión. En el escenario, debajo de la imagen del Quijote de la Mancha, estaban sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, sentados en grandes tronos, si los recuerdos no fallan eran las mismas sillas de la alcaldía del Ayuntamiento, las que estaban en el antiguo Salón de Plenos, ahora recién restaurado.

La niña se apretaba contra las piernas de su padre cuando llegó al cine y se agarraba a su mano intentando ver cada detalle del escenario y controlar unos nervios que no la dejaban quieta, nervios que luchaban por traicionarla cada paso que daba puesta en la fila para subir al escenario. A cada niño o niña le tocaba un Rey, y ella quería a Melchor, el de la barba blanca. Fue Gaspar quien la recibió, ni siquiera recuerda cómo llegó a sus pies. Iba flotando.

Cuando recibió el regalo lo apretó contra su pecho pensando en que de nuevo se lo quitarían. Y así llegó a su casa. Era una pequeña muñeca, con un bastidor de bordar, cuando accionabas un mando que tenía en la espalda, uno de los brazos se movía como si fuese a empezar con la labor. También le dieron un libro, la historia de Heidi, el primero de su vida.

La muñeca fue con la niña durante días a todas partes hasta que le dio por abrir el libro. Entonces decidió que coser no formaría parte de su vida, pero los libros… ainssss los libros!!!

De todas formas, fue la muñeca la que siempre identificó con ese día. Hasta el punto de que, a pesar de que Manolo Peral ayudó a su familia después muchas veces facilitándoles cosas más importantes, al igual que lo hacía con otras familias del pueblo, siempre que lo veía se le venía a la mente la figura de una pequeña muñeca bordadora.

Qué cosas son los recuerdos, si se pudieran unir formaríamos la historia de un pueblo y su gente. Seguro que parte de quienes lean esta pequeña historia de Navidad, pueden aportar más versiones y completar lo que es sólo un recuerdo de hace más de cuarenta años. A la espera nos quedamos de poder relatarlos.

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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