Arahal
San Antonio sale arropado por su pueblo que lo siente como patrón
La tarde era la apropiada. Cielos despejados y con un poco de viento, como muchos 13 de junio. San Antonio llevaba semanas anunciándose, porque siempre llega cuando el verano no es sólo promesa.
Este año, la imagen y la Hermandad que la representa, iba arropada por más gente si cabe. Porque la devoción de Arahal por este santo se palpa en cada calle. Las vecinas más mayores sentadas en esquinas y puertas para esperarlo. Una vez al año les devuelve la visita que ellas hacen los martes de todas las semanas.
No es el patrón oficial de este pueblo, aunque como bien es sabido, para sentir no son necesario documentos ni reconocimientos oficiales.
Primeros barrios de la procesión
Eran las 7 y 30 de la tarde. La explanada y alrededores de la ermita de San Antonio estaban «más llena que nunca», ese era el comentario generalizado. El pueblo tenía ganas de procesión y de verano. Por eso se afanaba en arropar el paso desde el primero momento de su salida.
La barriada de los apósteles, la más cercana a la ermita, disfruta, la primera, de la belleza de un paso sencillo. Iba adornado principalmente con azucenas por un paduano de estirpe, Rafael Lorca. Los costaleros llegan frescos a este barrio. En él, la imagen va dando la bendición a las vecinas que lo esperan con el reconocimiento que da la cercanía. No en vano, cada martes, son ellas las que se acercan a verlo a la ermita, para con rezos y en recogimiento hablarle de su vida.
Poco a poco, la calle San Pablo y Carmona se animan a su paso en busca de Marchena. Allí la procesión se pondrá en las mismas puertas de la parroquia Santa María Magdalena. Representación de las hermandades que alberga el templo en la misma puerta de la parroquia. En este punto justo se une a la procesión el párroco Álvaro Román. Da fe de su presencia con una levantá que pone el paso en mitad de la calle iglesia, junto a la plaza de la Virgen de las Angustias.
El centro ya es morada
El centro de Arahal es ya su morada y el pueblo lo sigue cuando la tarde cae por calles como Espaderos y Monjas. Calles estrechas, medida justa de su paso, marcha tras marcha. Aquí ya va acompañado por los veteranos de la Agrupación Musical Santa María Magdalena. Han relevado, en la misma puerta de la parroquia, a los más pequeños de esta gran familia musical.
Un reto para una banda a la que vuelven porque se echa de menos, con más años, más experiencia y el cuerpo cambiado, pero con la ilusión en los ojos de aquellos niños dirigidos antaño por su omnipresente director, Manuel Rodríguez.
San Antonio recorre las calles más antiguas de Arahal en recogimiento, y sigue arropado por quienes piensan que el 13 de junio es uno de los días más bonitos del año, aquel que marca un nuevo ritmo al pueblo, el de las tardes largas, el fresco tomado en las puertas, en vecindad, ese tiempo donde los recuerdos se aposentan para vivir para siempre.
Hasta que llega a la Plaza de la Corredera entrando por Felipe Ramírez. Allí ya suena su himno, que algunos cantan en susurros, con la primera banda que estará hasta el final del recorrido.
Empiezan los momentos más emotivos
Empiezan los momentos más emotivos. Este año, lo inaugurada el detalle de un músico de la Santa María Magdalena, Antonio Luis Laglera Amador. Es el responsable de los mejores solos de trompeta de esta agrupación y director de los músicos más pequeños.
Este joven, que vive para la música, ha compuesto la marcha «Oh bendita esperanza», que se estrenó con una levantá dedicada a su padre, Ignacio Laglera, luchador incansable contra una enfermedad a la que le está ganando la partida.
Delante del paso lo pusieron, con cara de sorpresa hasta que el hijo habló directamente al corazón de los que lo rodeaban, costaleros, familia, amigos, músicos. La partitura comenzó a sonar y mecida a mecida, con lágrimas de emoción a todo el que fue testigo, la imagen entró en Duque.
La calle con nombre propio
Y llegó a General Marina, aquella que se inunda de flores para recibirlo, cada año. La familia de Manuel González se prepara con días de antelación porque esta devoción resume su infinita fe.
Y dicen que aquí en esta calle, aún céntrica, comienza el 13 de junio la otra que ya lo espera. Aquella que lleva su nombre y que pone casi punto final al recorrido de cada año, San Antonio. La amplitud de Madre de Dios da impulso a la procesión, que se extiende a toda su anchura. Los costaleros ponen el paso en la calle San Antonio, casi al final del día comienza la fiesta.
Cientos de vecinos y vecinas tienen ya abierta puertas y balcones. La calle adornada para recibirlo. El paso ya no puede ni andar cuando empieza a sonar la marcha Dios de Esperanza.
«Jamás se me ocurrirá reñirle a la gente porque esto es San Antonio, estos últimos días hemos estado hasta las 11 de la noche en la ermita y la gente seguía dentro, así queremos que siga siendo», dice Rafael Lorca. Con la emoción contenida por tantos momentos que están definiendo la procesión de 2018.
Poco más queda ya que contar, salvo que fue despedido con fuegos artificiales, una tradición que se pierde poco a poco con los años. Llegada esta hora, sobre la una y media de la madrugada, se abrían las puertas de la ermita. Un año más San Antonio volvió a su casa donde es anfitrión de un pueblo cada martes del año.
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