Opinión: Crítica de la razón pura

José A. Suárez. Periodista. @J_A_S_Periodist www.surcomunicacion.es

El resbalón de Podemos con la Semana Santa demuestra que la politica cada vez tiene menos que ver con la razón y más con los sentimientos y la cultura popular.

En Madrid aun no se han enterado, ni se enterarán. Todavia me acuerdo de mi último viaje a la villa y corte donde el taxista me soltó -así, del tirón-, nada más bajarme del AVE en Atocha, que no entendía el Rocío, con tanto vino y tanta guasa, ni tanto aire de señoritingo incluso entre los tiesos, ni las casetas privadas de la feria de Sevilla, ni tanta pasión andaluza por la Semana Santa.

La razón pura y dura nos indica que el taxista podría hasta tener razón. Pero estas cosas ni se entienden ni se dejan de entender: se sienten. Son así y punto. Y no se cambian con un referéndum ni con cien.
La política, es el arte de lo posible y no aplicar un patrón creado por unos iluminados a las mentes del pueblo, ni desde luego buscar problemas donde no los hay, sino donde están.

#Sevilla Sergio Pascual (Podemos): «Es indudable que todos los sevillanos nos sentimos orgullosos de su Semana Santa»

— Noticias Sevilla (@noticiasSevilla) enero 14, 2015

Lo cual no indica que no se pueda hacer nada para cambiar las cosas. Sobre todo si la realidad presente pude definirse como un catálogo de injusticias, o el negativo de los derechos humanos y de la Consititución. Pero no así: desde el desconocimiento, la lejanía o el paternalismo.

Queridos políticos. Sean del partido que sean. Ahora que vienen elecciones, bajen a la calle. Olvídense de su ideología, sea cual sea, entendida como un patrón para encasillar cosas, personas e ideas (buenos y malos)-  y patéense Andalucía y conózcanla de verdad. Como Ghandi hizo con la India cuando dejó de ser un estudiante de derecho en Londres. Sólo así entenderán qué y como hacerlo.

Bien es cierto que los capillitas los estaban esperando de hace tiempo para colocarles una banderilla de fuego. Se escuchaba el run rún y el rumor interesado de que querían extirparnos algo propio, como si la cultura y el rito de cualquier lugar de Andalucía se pudiera quitar por decreto o la voluntad de nadie. Era algo que no acababa de tomar cuerpo hasta que una incauta guiada por un periodista mencionó la palabra tabú para un político andaluz: Semana Santa.

Esta semana es el tema más comentado en redes sociales

Ya da igual quién dijo qué, quién rectificó, cómo y dónde. Qué piensan de verdad o qué pueden o quieren realmente hacer. El daño está hecho y no habrá forma humana de quitarle de encima a Podemos esta especie de «deicidio» o pecado original, que para la mente del ciudadano sureño común y corriente es una herejía, al querer cargarse uno de sus pilares culturales e identitarios. Sea verdad o no.

Queridos madrileños de la hermandad del barrio del círculo obrero donde se venera a nuestro padre Jesús del Gran Podemos. A ver si os enteráis. Andalucía vota izquierda porque «mi tío está colocado de chófer en la Consejería tal, y es lo que nos dá de comer», pero se echa detrás de un tambor cuando llega el Domingo de Ramos como si no existiera un mañana, ni un paro, ni una corruptela, «porque mi padre me crió detrás del capirote de la cofradía cual».

Y así viene siendo desde hace milenios. Hemos sido los más romanos, los más moros, los más franquistas, los más socialistas, etc…Ustedes en Madrid o donde sea vayan inventando imperios, levantando o derrocando dictadores o gobiernos, que los andaluces estamos en otra cosa. Vivir cuando nos dejan. Diremos sí a todo lo que nos convenga y no nos toquen la moral, y sobre todo, no nos toquen la tradición.

Y ahora mismo la razón pura nos dice. «Les da igual que les roben, que les quiten los colegios y los hospitales, que les estafen, engañen e hipotequen de por vida, que les manden al extranjero de emigrantes, por generaciones, pero por favor no les quieten la Semana Santa». La razón pura puede decir eso, pero nuestro sentir indica que hay algo llamado respeto y usted no puede salvar a ningún pueblo si este se niega a oir lo que dice, por sentirse ofendido. Es lo que algunos quieren conseguir.