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Salud

Mi vida en positivo (prólogo) – Crónica de 14 días de vida confinada de un positivo de COVID

Domingo 16 de agosto de 2020. Me marcho a los cursos de verano de Baeza. Luego tenía planeado irme e a La Antilla tres días, y como iban a ser varios días fuera, le dije a una amiga, Pastora, que tiene un laboratorio cerca de casa, que me hiciera una PCR a la vuelta, por precaución al estar con mucha gente de muchos lugares durante ocho días.

El domingo 23 llamo a Pastora y le confirmo que PCR pa’lante, y me dice que como no tengo síntomas que sin prisas, que quedamos el miércoles.

La noche antes me doy cuenta de que no tengo olfato y estoy perdiendo el gusto, pero como había tenido sinusitis era algo que no me era desconocido. El 26, bastoncillo por la nariz, y el 27 llamada de Pastori a las 8.00 para decirme que a quedarme en casa dos semanas, que había dado positivo.

Llamo a mi médica de cabecera, que me dice que si he perdido el olfato es buena señal, que es síntoma de ataque leve del bicho, pero el bicho lo tienes dentro, y aunque procuras no pensar mucho en ello, te ves en una UCI.

Como estoy en proceso de terminar un libro, mi familia ya tenía previsto quedarse en la casa de Portugal unos días, para que mi bicho de tres años me dejase trabajar todo lo posible, así que les llamo y les digo que no se muevan durante dos semanas. Al rato me llaman del SAS para preguntarme por contactos directos, y deducen 29 nombres, que, obviamente se tienen que quedar en sus casa. Durante una semana, todos se hacen las pruebas, y los 29 dan negativo.

El proceso, eso sí, es un desastre. El primer día te llaman unas 500 veces. Recuerdo que no hice nada desde las 8.00 a las 15.00 horas, solo coger el teléfono. Algunas llamadas tenían poco tacto, casi culpándote de ir a trabajar fuera de casa aunque tuviera todas las precauciones. Hay pruebas que se pierden, gente citada que luego no tiene que hacerse la prueba, apellidos cambiados… Pero todos los contactos van dando negativo, incluso los que se vinieron en mi coche desde Baeza a Sevilla. Tres horas en el mismo coche y no se contagiaron, no tenía lógica.

Intento tomármelo como unas vacaciones. Mucho trabajo y mucho Netflix, y amigos que te traen de todo a casa. Me han traído comida y todo lo necesario hasta en cuatro veces distintas, y nadie me ha querido coger un euro. La gente buena sale a la ayuda de los demás cuando hay crisis.

La terapia que me aplico es no ver informativos. Nada de imágenes de gente en hospitales, ni nada parecido. A los tres días se van los síntomas, y dejo de tomarme la temperatura compulsivamente. El termómetro estaba harto ya de marcar 36 grados, así que lo meto en un cajón y me olvido de él.

A los 14 días llamo a mi médico y me dice que salga, que con ese tiempo sin síntomas ya el virus ha pasado, pero no me fío. Pastori vuelve a meterme el bastoncillo por la nariz y da positivo pero con un código 35, es decir “contagio leve”.

Como no tiene lógica ese positivo, mi médica me pide una serología que aclara el misterio: doy positivo porque he generado anticuerpos, y encima son de los que sirven para que mi plasma sanguíneo ahora pueda salvar vidas de gente enferma de COVID.

¿Cuánto tiempo durará ese anticuerpo? Puede que se vaya hoy, que lo tenga toda la vida o que lo tenga hace años. En realidad, un médico me dice que puede que tenga COVID desde antes de llegar oficialmente a España. Ese anticuerpo me protege de contagiar y contagiarme. No tengo que llevar mascarilla, pero llevarla no cuesta trabajo para que la gente se sienta segura.

He empezado las pruebas de donación en el Centro Regional junto al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Si todo va bien, cada vez que me pinchen, dos personas salvarán la vida. Se da por bueno todo lo malo pasado.

Fermín Cabanillas

Periodista corresponsal de la Agencia EFE, El Correo de Andalucía, eldiario.es... entre otros medios. Cubre principalmente Huelva y Sevilla en varios medios radiofónicos y prensa digital.

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