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Coronavirus

Mi vida en positivo (Capítulo 4 – Olores) – Crónica de 14 días de vida confinada de un positivo de COVID

Amanece. Sigue haciendo calor, y sigo confundiendo en muchos momentos del día algún viento cálido que entra por la ventana con subida de temperatura corporal. O lo confundo o es obsesión, o las dos cosas. Lo cierto es que es el cuarto día de cuarentena por mi positivo, y mi mente comienza a recordar que las complicaciones por el bicho se comienzan a dar en el sexto día, pero para eso antes tienes que haber tenido síntomas graves, que no es mi caso. Pero ya os he dicho que cuando tienes este positivo en tu expediente médico la cabeza se suele ir a lo malo, no a lo bueno. Bueno, habrá de todo.

No han dado ni las siete y media de la mañana cuando ya estoy bajando las escaleras, abriendo las persianas y comprobando que los tres días que me suele durar el café en la cafetera han pasado, así que a prepararlo. No tengo claro si podría salir adelante sin el café de primera hora con el que ojeo la prensa digital y los boletines oficiales (sí, leo los boletines oficiales en ayunas), pero mi café mañanero se ha convertido en una costumbre desde que mi querida Desiree Reyes me regalase el primer paquete de café hecho en las entrañas de su República Dominicana. Calentar el café mientras amanece el día se ha convertido en parte de mi rutina de tres-cuatro años para acá, y la COVID no tiene por qué alterar eso.

Humo

Así que lo pongo al fuego mientras abro la ventana de la cocina, y… huele a humo. Debe ser todavía parte del incendio de Almonaster la Real, que está en su apogeo y nos ha tenido a mucha gente de la prensa trabajando 20 horas diarias, debe ser. Cómo será la mente humana que simplemente me llega el olor a humo y no reparo en la importancia del asunto: huelo. Sí, ha vuelto el olfato. Mi nariz vuelve a ser algo que tiene más utilidad que sujetar las gafas, y es un inicio claro de que el bicho se ha tenido que tomar vacaciones dentro de mi cuerpo, a la espera de irse por completo.

A partir de ahí, una orgía de olores dominan los siguientes minutos de mi vida. Cuando el café se va calentando, la casa huele a café. Enciendo incienso y… huele. Me echo la colonia de Rodrigo, y… huele. Y, además, el café sabe a café, no a algo amargo y ya está.

La importancia de los sentidos

¿Recordáis que os decía, tras perder el olfato, que al final parece que no es un sentido tan importante? Pues sí, es importante. Y te das cuenta, entre otras cosas, cuando vas a la nevera a mediodía para servirte un poco de ese gazpacho que abriste dos días antes y huele a rayos. Sin olfato ni gusto, seguramente me habría tomado esa bomba fétida a mediodía sin darme cuenta.

Ha vuelto el olfato, pero que la euforia no me domine. Hay que sacar adelante el día como otro cualquiera, y eso pasa por plantear la agenda y comenzar a ser productivo y cuidarse. Aviso a mi médica de que el olfato ha vuelto, y también a la familia, en el grupo que tenemos para no se sabe muy bien qué, que al final es el objetivo de muchos grupos de WhatsApp. Mientras me ha vuelto el olfato a ellos les han ido llegando los negativos de las PCR, así que todos respiramos, y todos olemos, de paso.

El cuarto día ha pasado con olores y sabores. Tacho del calendario la fecha y me pongo Ciudadano Kane en el iPad para cenar una hamburguesa que sabe a hamburguesa, con ketchup que huele a ketchup. La COVID va de paso, pero todavía no se ha ido. Es muy pesada, pero yo soy más.

Periodista corresponsal de la Agencia EFE, El Correo de Andalucía, eldiario.es... entre otros medios. Cubre principalmente Huelva y Sevilla en varios medios radiofónicos y prensa digital.

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