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Marchena

«Me despierto de noche escuchando el espantoso ruido del tren descarrilando»

Luis Rojas es el vecino de Marchena, único herido grave del descarrilamiento del tren Málaga-Sevilla, que aún está de baja y en rehabilitación

Marchena

F, Cabanillas/ C.González

Luis Rojas, 51 años, vecino de Marchena y trabajador de Adif, la empresa que gestiona el transporte ferroviario, fue el herido más grave del descarrilamiento del tren Málaga Sevilla ocurrido el pasado 29 de noviembre de 2017. Aún hoy, siete meses después, sigue de baja porque las lesiones sufridas en el accidente están necesitando rehabilitación. No obstante, lo que no sabe si mejorará es las secuelas psíquicas provocadas por el recuerdo de ese aciago día.

El herido tiene una placa y doce tornillos en el hombro que se partió, camina con andador o muletas a causa de una fractura en varios fragmentos de pelvis (osteosíntesis) y una vertebra, la L1, está comprimida, lo que le provoca vértigos constantes. Sin contar, el daño psicológico que supone soñar con el momento del accidente o revivirlo por alguna causa externa, como la sensación que sufre cuando coge un bache la ambulancia que a diario lo traslada a un centro sanitario para su rehabilitación.

Luis Rojas se ha personado en la denuncia conjunta de los afectados del descarrilamiento. En las diligencias previas, el juez tomará declaración este lunes al maquinista, para determinar las responsabilidades y si se abre un proceso judicial del accidente. De momento, este vecino de Marchena está de baja, no pasará por el Tribunal Médico hasta que no termine el periodo de rehabilitación que establezca la mutua de la empresa en la que está contratado.

Estado en el que se encontraba el puente ferroviario a la altura de la A92 ese día.

El día del accidente

El día del accidente, Luis cogió el segundo tren que pasaba por Marchena a las 9:39 minutos. Normalmente se iba a trabajar en el primero que pasa por la localidad, pero ese día «fue la mañana del diluvio universal, desde bien temprano la prensa recogía que en la comarca había caído muchísima agua», dice Luis Rojas para explicar las razones por las que escogió salir más tarde.

Llegó a la estación con la tranquilidad de un ferroviario que trabaja con trenes desde que «tenía 16 años, cuando empecé en la empresa» y que sabe que es el medio de transporte «más seguro». Pero ese día, Renfe había comunicado que el tren llegaría hasta Arahal y allí harían transbordo para continuar en autobús hasta la estación de San Justa en Sevilla.

«Cuando llegué a la estación había mucha confusión, se había suspendido la salida de varios trenes y nos dijeron lo de llevarnos en autobús, claro que yo, como ferroviario, prefería el tren así que cuando finalmente no transbordamos al autobús, me pareció perfecto», cuenta confiado Luis Rojas.

Pero el transbordo no se llevó a cabo finalmente, aunque sí es cierto que hubo lo que se considera una «parada técnica» en Arahal, estación en la que este convoy no para nunca, salvo por esta razón. La parada de este día fue para que el maquinista recibiera por escrito la orden en la que se especificaba que, a unos 600 metros de la estación de esta localidad, dirección a la estación de El Sorbito, el agua inundaba la vía ferroviaria.

Este gran lago que se formó debido al agua de lluvia caída durante la noche, estaba entre el puente de la A92 y el puente de la antigua carretera nacional, N4200, que pasa por Arahal. Se podía ver desde lo alto, la laguna y en un tramo importante no se apreciaba la vía.

El accidentado cuenta que «cuando el tren pasaba por este tramo, mi compañero y yo nos pusimos de pie para ver el agua y vimos a dos operarios de Adif, el convoy pasó muy despacio por la zona. No sólo era un charco, el puente hacia de presa y el agua pasaba con una fuerza brutal, era como si el charco tuviera un río interior».

Zona del descarrilamiento del tren.

A partir de aquí el tren se digirió a la zona del descarrilamiento, «en menos de 5 minutos estábamos dando botes, no perdí el conocimiento en ningún momento, los golpes llegaban de todos lados, la mesa desapareció al segundo golpe y mi compañero y yo nos abrazamos. Digo que el tren botaba porque iba sobre piedras hasta que se salió la rueda del rail».

Fue una situación «tremenda» que duró 20 segundos. «Con el primer golpe pensé que había algunas piedras en la vía, pero con el segundo me di cuenta que la vía estaba en el aire, pero con la velocidad del tren lo que hacíamos era dar saltos. Cuando la mesa salió volando, no sé exactamente si me partió el hombro o la nariz».

Con todo, las secuelas físicas que de momento le han quedado por el accidente, Luis Rojas se estremece cuando piensa en el ruido de esos 20 segundos. «Me despierto de noche escuchando el espantoso ruido del tren descarrilando, es lo que más recuerdo, cuando el tren volcó y paró, empecé a oír los gritos de las personas pidiendo ayuda y extintores, había un fuerte olor a gasoil alrededor, yo estaba tirado en el suelo, sobre la parte volcada del tren».

El ferroviario cuenta que no se movió durante las dos horas que estuvieron esperando la llegada de los sanitarios. Recordar que el lugar donde cayó el tren estaba inaccesible, todo inundado. Tuvieron que acudir agricultores con tractores para dar paso a los servicios de emergencia, incluso, a muchos, hubo que sacarlos porque se quedaron atascados en el barro.

Los primeros en llegar ese día al tren fueron sanitarios del 061, acompañados por agentes de la Guardia Civil de Arahal -después acudieron de toda la comarca-, a los que han propuesto para una felicitación porque tuvieron que ir de un puente a otro, recorriendo más de 500 metros por medio de la vía, cargados con el equipo médico que realizó las primeras asistencias. Y ayudaron a los pasajeros en un evidente estado de nerviosismo y preocupación.

En el suelo, a Luis Rojas le dio tiempo de pensar en su estado. «Me hacía una idea de las lesiones que tenía, y la que más temía era la de la pelvis porque es una zona donde están muchos órganos vitales; pensaba que podía tener una hemorragia interna o algo peor y que no llegaran a tiempo». Y sigue diciendo que también creyó en lo que iba a dolerle salir de allí. «No me podía mover ni podía imaginar cómo me iban a sacar en una camilla rígida con la altura que tiene la vía, ya que allí no había andén».

Por eso, en cuanto llegaron los sanitarios, pidió que lo durmieran después de hacer las primeras intervenciones. «Cuando desperté estaba en el hospital, entré a la una menos un minuto», precisa. Rojas no quiere terminar sin destacar el trato humano y la profesionalidad de los equipos sanitarios y del personal del Hospital Virgen del Rocío. «Es increíble en las condiciones que trabajan, qué bárbaro, como te ponen una vía en un tren volcado, sin ninguna facilidad del entorno».

Los primeros días de estar ingresado, a Luis Rojas fueron a visitarlos todos los jefes de los departamentos de Recursos Humanos e Informática, este último es donde él trabaja, incluso desde Madrid.

Siete meses después se monta, de lunes a viernes, en una ambulancia para acudir a rehabilitación a la espera de mejorar de las heridas y secuelas tanto físicas como psíquicas. Pero insiste en que tuvieron suerte «si el tren se sale y choca con el puente, hubiésemos muerto todos».

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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