Cultura
La Velá de San Antonio recupera 40 años de historia
C. GONZÁLEZ
Margara, La Montera, Concha la Gagita, Luis La Portuguesa, Pepa del Garaje, Carmelita Crespo, Magdalena La Monta, Victoria La Completa, Manoli de Francisquito, Rafaela La Luteria. Son nombres que han marcado un antes y un después en el vecindario de la calle San Antonio, mujeres de más de 70 años – algunas han fallecido-, que alentadas por las ganas y juventud de Elena López, otra vecina, están intentando recuperar la Velá de San Antonio.
Era una Velá en blanco y negro y en el color sepia de las primeras fotos. Una velá que nació del pueblo y se acabó por las nuevas modas, el desapego de la juventud, la falta de interés de las administraciones municipales de finales de los ochenta. Un cúmulo de cosas que comentan las vecinas reunidas en torno a una mesa con café.
Cuentan la historia de la velá que tiene más de 40 años y que desde hace cuatro intentan recuperar a duras penas. Nada será igual, lo saben. El dinero que recogían entre los vecinos ha pasado de pesetas a euros; una parte de los adornos no son de productos reciclados, sino comprados en los “chinos”; la ilusión por la fiesta no está concentrada en una época determinada del año, ahora cada fin de semana puede ser una fiesta. Los vecinos y vecinas tienen campos, viajan, salen y entran en las fiestas. Sus descendencias aún más.
Pepa Segura sigue siendo la artista. Esta vecina procede de una familia con dones por la música y las manualidades. Ella se encargó de hacer el famoso medallón de San Antonio, enorme, que es de las pocas cosas que conserva. Y ella era la diseñadora y autora de los arcos que se alternaban con las luces que instalaba el Ayuntamiento en la calle. También de los abanicos, cáliz, ángeles, palomas, guirnaldas, castañuelas. Siempre con la ayuda de su marido, al pie de lo que sus dibujos iban trazando.
Adornos reciclables
Luis La Portuguesa era la tesorera por la simple razón de que tenía un negocio, una pequeña tienda de ultramarinos con las que ha criado a cuatro hijos y una hija. “Recogía el dinero que iban entregando las vecinas para comprar cosas para la Velá y además le pedía a los representantes que llegaban a la tienda”, cuenta.
Para los adornos, cualquier cosa valía. Sin campaña gubernamental de por medio, sólo por la falta de medios y de dinero, la necesidad obligaba a las vecinas a darle muchas vueltas a la cabeza. Del tambor de detergente, que en aquellos años tenía forma redonda, realizaban canastos para meter flores y de las pocas botellas de plástico, flores cuyos pétalos rodeaban de tiras brillantes de Navidad. Flores de menor tamaño hacía también con los botes vacíos de yogur, que por la escasez se llevaban meses guardando.
“La harina era nuestro pegamento” cuenta Luisa La Portuguesa. Un pegamento que dejaba las manos de pena pero que desataba más de una risa en el corralón donde se reunían las vecinas, la tiras de cadenas y flores se acumulaban en el espacio. En estas reuniones participaban todas las mujeres de la calle y una parte de los hombres. Y, por supuesto, todos los niños y niñas de las calles, que ayudaban al compás de risas y juegos.
Abriendo las puertas
Ahora para reunir fondos, dice Elena López, el alma joven que ha vuelto a insuflar el espíritu de la velá a sus vecinas, “andamos pidiendo por las casas de la calle, por la calle, a los negocios”. Pasa como antiguamente, organizar es ya en sí el disfrute.
La calle San Antonio cobraba protagonismo las vísperas del 13 de junio esperando su Santo. Las vecinas y sus maridos habrían sus puertas de par en par, dejaban entrar la fiesta. Y cuando llegaban los días de fiesta, no faltaba una cerveza para el transeúnte o para el vecino.
Algunos incluso abrían su propio “chiringuito” que atendían los hermanos mayores. El de Luisa La Portuguesa y sus hijos era uno de los más famosos, pero también estaba el de Pepe El Poeta, en la misma esquina calle San Antonio con calle Morón, donde todo el año mantenía abierto un kiosco con olor a saladitos y vino que, a veces, también hacía de tienda para comprar diferentes caldos a granel. La botella había que llevarla para echarlo.
La calle San Antonio intenta recuperar 40 años de historia. Ahora quedará plasmada en la memoria de móviles última generación y a través de esta página y de sus muros en las redes se lanzará al resto del mundo. Hoy Andalucía Directo ha entrevistado a sus protagonistas. Pero para quienes vivieron esta fiesta de antaño, los recuerdos de la infancia traicionan cualquier foto de calidad. Porque cuando se es pequeña, las casas te parecen castillos y los vecinos forman parte de tu familia. Eso es, precisamente, lo que intentarán estas vecinas de la calle San Antonio dejar en los recuerdos de sus nietos y nietas. Así sea.
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