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La uva de la finca del Ciprés en Arahal se convierte en vino en la bodega malagueña Niño de la Salina

 

18 hectáreas de viñedos de la localidad sevillana que emplea Andrés Fontalba en seguir cumpliendo el sueño de su padre en Almargen (Málaga)

Al lado de su mujer, Monserrat Navas, elabora caldos de dos marcas, una con Denominación de Origen de Málaga, y exportan a cuatro países europeos: Francia, Alemania, Inglaterra y Holanda

 

Monserrat Navas y Andrés Fontalba en los viñedos de la finca del Ciprés.

Monserrat Navas y Andrés Fontalba en los viñedos de la finca del Ciprés.

 

A. SOLANO/C. GONZÁLEZ.

Almargen (Málaga)/Arahal

En medio de olivares, dentro del término municipal de Arahal, se encuentra la finca El Ciprés, un precioso caserío con una bodega en la que antaño se vendía vino, arrope y vinagre, según cuentan muchos vecinos de esta localidad. Desde hace tres años, sus 18 hectáreas sembradas de viñedos surte de uvas a una bodega situada en Almargen (Málaga), denominada Niño de la Salina. A parte de los vinos con denominación de origen, Andrés Fontalba, propietario de las instalaciones, elabora unos caldos con la marca Fontalba & Capote cuya materia prima procede de tierras arahalenses y siempre bajo una máxima: vinos ecológicos de calidad.

Andrés Fontalba Capote teme las preguntas de la periodista porque la emoción contenida no le da respiro. Su hermano Francisco, fallecido de un infarto hace apenas dos meses, lo ha acompañado en este proyecto que no es más que el cumplimiento de un sueño, el de su padre, Andrés Fontalba, «Andresito, el Niño de la Salina».

Francisco y Andrés Fontalba. Foto: viajaratope.com

Francisco y Andrés Fontalba. Foto: viajaratope.com

«Mi padre era un hombre de mentalidad avanzada en 200 años en relación con los vecinos del pueblo. Perdió todas sus tierras, el lagar donde elaboraba vinos como antiguamente y las todo por salvar las fincas de su padre,se quedó sin nada». Así empieza Andrés a contar la historia de su familia. 

«Espíritu joven e ideales antiguos»

La bodega se abrió en 1986 y desde entonces continúa creciendo, mirando atrás lo justo para impulsarse y recordar las bases de la empresa: «Espíritu joven e ideales antiguos». Una frase que acuñó su mujer, Monserrat Navas, una catalana, de profesión enfermera, hoy jubilada que aguanta los toques de humor de su marido con una sonrisa y paciencia. «Los dos estamos jubilados de la rama sanitaria y, ahora que podemos disfrutar, aquí está todo el día en la bodega».

Pero la mirada medio de reproche de Monserrat se convierte en apoyo inmediato porque entiende que parte del alma de Andrés está en esta bodega, situada en Almargen, una localidad al norte de la provincia de Málaga, en las inmediaciones de la Serranía de Ronda (a 600 metros de altitud). Allí donde la temperatura lleva a madurar los viñedos plantados en sus 35 hectáreas (empezó con 5) sobre el mes de septiembre y donde el envero (color rojizo o dorado que toman los frutos cuando empiezan a madurar) puede tardar hasta un mes.

Un comportamiento este de las tierras de la localidad malagueña que no tiene nada que ver con las 18 hectáreas de la finca del Ciprés, las que Andrés Fontalba tiene alquilada por 5 años (ya lleva tres). «Aquí el envero dura 5 días y se adelanta a finales de julio o principios de agosto», aclara el bodeguero. De todas formas, tanto en Almargen como en El Ciprés, la vendimia está muy vigilada, «se cogen muestras que analiza nuestra enóloga (Isabel Montes Jovellar) en el laboratorio de la empresa y así sabemos si tiene el punto exacto de maduración».

Finca El Ciprés. Foto: AION.

Finca El Ciprés. Foto: AION.

La producción de la Bodega Niño de la Salina es de 200.000 botellas de vino por añada. A Andrés Fontalba le cuesta elegir entre sus vinos uno representativo porque «lo son todos, estos vinos son mi vida, lo siento como parte de mi, no hay uno mejor que otro sino uno diferente de otro», explica.

Y este sentir se nota cuando empieza a citar toda la variedad, tanto por parte de la marca «Andresito» (Denominación de Origen) como los «Fontalba & Capote». Por eso describe el abocado Syrah «con sobremaduración de uva en planta para cortarla cuando alcanza los 12 grados aunque persiste todo el aroma y sabor de la uva de la que recibe el nombre el vino (una variedad de fácil cultivo que requiere mucho sol y temperaturas altas). O cuenta que la marca «Andresito», en honor de su padre, tiene «un tinto joven Cabernet Sauvignon y Merlot a un 90 y 100 por ciento» y un Pedro Ximénez que «es una pacificación de la uva, soleada normalmente de 20 a 30 días hasta que la uva es pasa». Y afirma contundente que «llevamos por bandera el moscatel de grano menudo o morisca», Andresito Moscatel, que supuso una revolución cuando lo elaboraron hace tres años, su sabor es una elegante combinación de dulzor y frescor.

Un Rioja de Almargen

No, Andrés no habla solo de vino cuando los enumera, habla de experiencias, del producto que es materia viva, la uva, de la conexión que mantiene la tierra y las temperaturas con el caldo final, y hasta del trato que recibe la uva cuando llega en cajas a la bodega, racimo a racimo, tocada sólo por la mano del hombre. «El buen vino empieza en la tierra», sentencia el bodeguero.

Y tiene muchas más variedades en sus estanterías, como Graciano, Garnacha, Moscatel de grano menudo, Sauvignon Blanc y Doradilla. Parte de estos vinos, los que llevan la marca Fontalba & Capote, reciben la esencia del Ciprés, una finca situada en término municipal de Arahal que arrastra una historia relacionada con el vino, pero que, cuando el encargado de Andrés se hizo cargo de ellas, Antonio, estaban casi abandonadas, al amparo del paso del tiempo y la desidia de sus propietarios.

En estos días las filas de viñedos han terminado con su función en la campaña y se preparan para que las manos del hombre descarguen sus cepas de ramas inútiles a la espera de la primavera. Andrés se agacha y acaricia los sarmientos (o ramas de los viñedos) y dice «cada brazo lleva 4 0 5 puertos y en cada puerto hay que dejar dos pulgares del año anterior con dos o tres yemas». Las yemas crecerán con fuerza en la primavera del sur para alimentar la cosecha del próximo año. 

 

Isabel Montes, la enóloga, en la bodega junto con Monserrat y Andrés. Foto: AION.

Isabel Montes, la enóloga, en la bodega junto con Monserrat y Andrés. Foto: AION.

Este año, los caldos de la Bodega Niño de la Salina han traspasado fronteras y entrado en la cuna de los vinos europeos, Francia, también Alemania. Pronto estará en las estanterías de Inglaterra y Holanda. En territorio nacional, los amantes del vino llegan a la Bodega de toda España y piden: «Andrés ponme un Rioja de Almargen»

Ninguno de los hijos de Andrés y Monserrat son bodegueros, tiene tres médicos y un veterinario. Cada uno ha buscado su camino y compartido otros sueños. Por eso afirma que «la bodega llegará todo lo alto que se pueda, pero nunca se saldrá del camino trazado: «vino naturales, con distinción y calidad, respetando los valores de la ecología».

Sea como sea, la bodega sigue siendo un sueño cumplido: «A mi padre le faltaba algo en su vida y era tenerla, por eso mi hermano y yo cumplimos con esta promesa. Él la conoció y probó su vino durante unos cuantos años. Fue una alegría inmensa para él y un orgullo para nosotros».

Andrés vuelve a emocionarse porque los recuerdos son parte de este sueño.

 

 

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