Cultura
La noche en que Ismael Serrano llevó la primavera a Sevilla
Lucía Díaz Uceda.
Luces, una orquesta y un cantautor. Así nos sorprendió la llegada de la primavera en Sevilla. Un repaso por la vida ddiscográfica del cantautor madrileño que forma parte de la identidad sonora de los amantes de la canción de autor. Nunca una voz quebradiza pudo sostenernos tanto con sus verdades y mensajes entre canción y canción, balanceándonos con la sonoridad de sus composiciones, esta vez arropadas por el sonido de la Orquesta de Huelva. Es así como el mundo puede ser cambiado, en palabras del cantautor, porque cada canción nos mueve por dentro y puede hacernos tomar decisiones nuevas, diferentes.
No tardó en sacar su lado reivindicativo; ya en la segunda canción nos hablaba del pesimismo como herramienta política, apelando al optimismo como el lugar de la resistencia. Y así, sus canciones, que entre canción y broma tachaba de tristes y nostálgicas, nos traían la esperanza con mensajes como “no todo está perdido, tú bien conoces el camino”. Es la canción y la poesía que nos salva. Ese alegato de dar voz a la realidad y cargarla de belleza. Es cuando “lo impensable se vuelve posible”. “No se rindan” – nos decía- con esa misión de cantar y florecer entre las cenizas, de poner siempre luz en medio de la oscuridad.
Ismael no dejó de bromear con su carrera musical de 30 años de grandes éxitos sin sonar en la radio, pero qué duda cabe del gran referente musical y cultural que representa su legado y su mensaje en nuestro país. Yo de mayor quiero cantar como tú, Ismael. Porque Ismael Serrano no sólo canta, te exime de toda culpa. Enseña, calma, lanza mensajes.
Beber de sus brebajes es bendición al oído, que en esta ocasión además se adornaba con los arreglos orquestales de sus canciones que sonaban dignos de una banda sonora de película, empastados con su voz característica y personal que sólo al escucharla nos lleva a una sonoridad serpenteante, a sus na na na na na que ponen la piel de gallina porque es muy rico lo que dice pero es muy nutritivo también lo que canta. Así, no faltaron los momentos de guitarra pura donde Ismael fue acompañado al piano por “el maestro”, como él llamó al director de orquesta. Y cómo quedaba la sonoridad de la guitarra hueca en el escenario, qué identidad nos da, a qué lugares nos lleva… Bastaba sólo darse cuenta de cómo lo miraban las chicas de la orquesta. Me imaginaba a esos músicos que han pasado por años de estudio y que dominan su técnica musical a la perfección preguntándose cómo alguien podía acabar componiendo canciones así. Porque tocar un instrumento es una cosa. Y poder cantar y expresar lo que Ismael expresa es otra. Gracias, Ismael, por hacer de tu canción una trinchera, una exposición de sentimientos donde mirarse: depedida, soledades, enamorarse, resurgir de las cenizas, reencontrarse en un abrazo… Hasta la más triste historia de amor, hasta tu canción más triste del mundo tiene algo que enseñarnos. Nos muestra esas verdades ocultas por donde alguna vez hemos podido pasearnos. Porque alguien tiene que cantar lo que somos y transitamos. Y eso Ismael sabe hacerlo muy bien.
No faltaron las referencias a frases de las canciones de “los maestros”, de los cantautores que le precedieron: “a pesar de los pesares”- llegó a utilizar como expresión, dejando caer el recuerdo a canciones como “Palabras para Julia”, el famoso poema de Goytisolo al que Paco Ibáñez hizo canción y que han cantado maestras como Mercedes Sosa, Rosa León… pero esa referencia se hizo canción cuando poco antes de terminar nos sorprendió en uno de los bises con la interpretación de “Gallo negro, gallo rojo”, esta vez nuevamente a guitarra y voz, como no podía ser de otra manera.
“Está por escribir nuestra historía todavía”, cantaba un poco antes de despedirse, dejando caer nuevamente otro rayo de esperanza para culminar con el arreglo orquestal de “Papá cuéntame otra vez”, eso sí, apelando a otra mirada de su canción adolescente, tan ingenua, como directa y actualizando la letra en su estribillo: “ahora mueren en Gaza los que morían en Viernam”. Y es que una canción puede ser denuncia y a la vez refugio, puede ser dura y a la vez tierna, como la poesía con sus contradicciones.
Porque sólo cuando nos miramos en boca de la poesía nuestra cotidianeidad cobra trascendencia. Y cuando además la música acaricia con esa combinación de verdades, valentía y belleza todo puede ser sanado y trascendido. Repasar nuestra historia en las canciones de Ismael es un regalo. Gracias por tu compromiso y por tu canto, Ismael. Aún no te habías ido y yo andaba preguntándome “que andarás haciendo ahora.” Sigue cantándonos canciones, contándonos cómo nos pasa el paso del tiempo, mirando lo personal pero también lo colectivo, fundiendo en tus acordes y tus nananana lo que somos y seremos porque seguramente no podremos hacer otra cosa: “cantemos como quien respira”.
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