Educación
La lucha por el sueño de que una academia (y sus niños) salgan adelante
Son las diez de la mañana. En la Avenida España de Dos Hermanas levanta la persiana uno de los cientos de negocios de la localidad sevillana. No es un negocio cualquiera, ni siquiera se podría considerar negocio en sí mismo, impuestos y contribuciones aparte.
Hace algún tiempo ya, Rocío Rodríguez, una profesora de Educación Primaria decidió que su felicidad pasaba por ser un apoyo para los niños y niñas que necesitan un refuerzo a la hora de sacar su educación adelante, y nació ‘Centro Imagina’.
“Ya llevaba dando clases en Dos Hermanas desde 2006, pero lo que siempre había deseado iba cobrando forma: un centro de estudios con la motivación como base del aprendizaje, y donde cualquier alumno fuese bienvenido”, explica, con lo que pudo sacar adelante un centro inclusivo 100 %, como ella misma indica.
Algo que ya es una costumbre
Partamos de la base: las academias de refuerzo se han convertido en parte del paisaje de nuestras calles y en parte de la rutina de estudio de nuestros hijos, y cuando llegó el confinamiento por la pandemia supuso un mazazo enorme para la gente que la gestiona. La decena de personas que trabaja con Rocío tuvo que buscar una alternativa. Y fueron días muy duros.
“Inauguramos el nuevo local del centro en diciembre de 2019. Era mi sueño. Las familias estaban encantadas con las instalaciones, solo veía caras de alegría e ilusión cuando los alumnos iban entrando, hasta que un 13 de marzo (recuerdo el día como si fuera ayer) tuvimos que cerrar la puerta hasta no sabíamos cuándo. Fue muy doloroso, porque todo lo que habíamos invertido se cerró, hubo que dejar a nuestros alumnos, y sobre todo dejar a mis compañeras (para mí son compañeras, no trabajadoras) sin trabajo”.
“Pasamos meses horribles, económicamente y, por qué no decirlo psicológicamente. Mi sueño sólo había durado tres meses y entrábamos en una pandemia de la que no sabíamos cuándo íbamos a salir. Durante esos meses mi única obsesión era proteger a los alumnos a su vuelta. Invertí muchísimo en todo lo que pudiera dar una tranquilidad a las familias y una protección a todos, y a día de hoy tengo que decir que ha merecido la pena, porque tenemos la cifra redonda de cero contagios en el Centro”.
«Son nuestros niños»
Rocío echa mano del calendario para subrayar que fueron meses terribles, pero también busca con esperanza una hoja casi en el mes de junio: la del 26 de mayo: “Desde ese día pudimos ir abriendo escalonadamente y con todas las medidas de seguridad. Nuestros «niños» (nos gusta llamarlos así, aunque algunos tengan 16 años y nos saquen dos cabezas) volvían. Desde ese día no hemos vuelto a ver sus sonrisas, pero hemos aprendido a saber cuándo sonríen con los ojos, y lo hacen. Ese es el regalo más bonito que nos dan cada día”.
Como muchos compañeros de profesión y dedicación, Rocío ha tenido que reinventarse cada día. En sus aulas es difícil ver un momento de silencio. Y solo se nota ese silencio cuando hay un examen, pero hasta en esos momentos en los que se pone a prueba lo que han aprendido sus “niños” hay que tirar de empatía, por lo que unos mensajes motivadores en sus pupitres les motivan a confiar en ellos mismos y no tener nunca la sensación de que el fracaso puede ser culpa de ellos.
Habilidades sociales
Eso se ve en un examen de matemáticas o en el grupo de Habilidades Sociales, donde aprenden a desenvolverse en el día a día con el Taller de Educación Vial, con niños que viven cómo cruzar con seguridad en una auténtica vía de conducción y cruce, con paso de peatones, semáforo, señales de tráfico o agente de tráfico. “Se trata de aprender con diversión, porque es la mejor forma de aprender muchas cosas en esta vida”.
Menos prosaico, pero igualmente necesario, es atender a una persona que quiere opositar a una plaza de un Ayuntamiento, un futuro médico al que las clases en la Facultad se le atragantan o alguien que busca desesperadamente ayuda para tener el nivel B1 de inglés, el tercer nivel del Marco Común Europeo de Referencia (MCER), que define los distintos niveles de un idioma establecidos por el Consejo de Europa, y que se ha convertido en algo imprescindible para sacar adelante cualquier prueba oficial en una Universidad.
Con todo, para Rocío, “los niños son los verdaderos héroes de esta pandemia, los que han aceptado todo sin rechistar y los que aún hoy tienen secuelas que me preocupan mucho, pero que estoy segura de que junto con la ayuda de mis compañeras, sabremos limar con todo el cariño que merecen. Estamos para trabajar la parte académica, pero ésa nunca se podrá trabajar sin empezar por la parte humana”, apostilla.
Con esa línea que delimita el negocio de la pasión, Rocío “controla” a su familia en las aulas. Lo peor seguramente ha pasado, pero cada día es un reto, y no se puede bajar la guardia.
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