Sociedad
La historia de Virginia Lobato, sin marido, sin paga de viudedad, sin recursos y con una deuda que le reclama Hacienda
A.I.
La historia de Virginia Lobato Hurtado, una vecina de La Puebla de 33 años, se repite demasiado a menudo. Pero no por eso deja de ser cierta y dolorosa. Enviudó sin previo aviso hace un año, la muerte súbita se llevo a su marido con sólo 30 años y ella se quedó aquí con dos niños, de 3 y 8 años. Sin apenas dinero, sin derecho a paga de viudedad y con una deuda que le reclama Hacienda porque en vida todo tiene que estar firmado y nadie piensa en morirse empezando a vivir.
El marido de Virginia Lobato era autónomo, 8 meses antes de morir se había dado de baja y no estaba apuntado en el SAE como demandante de empleo. La empresa que mantenía se basaba en una explotación ganadera (cabras) y para su montaje pidió un préstamo al banco. Cuando decidieron dejar esta explotación, pegada a la casa en el campo donde vive, a 8 kilómetros de La Puebla, pasaron el ganado a los padres del marido con la intención de que se hicieran cargo también de la letra del préstamo bancario, según cuenta Virginia Lobato.
Lo cierto es que la familia, dice la viuda, ha ido vendiendo el ganado a nombre de su marido. «Cuando fui a pedir los 100 euros que da Hacienda por los niños para poder unirlo a los 420 que cobro de ayuda durante 18 meses, me dijeron que debía 15.000 euros de la venta del ganado». Para ella fue la gota que colmó un vaso de penalidades y necesidades que afectan principalmente a sus dos hijos, esto es lo que más duele.
Sin pensión de viudedad, después de pasar por dos abogados, ha sido imposible que la administración admita una realidad fácilmente comprobable. Cada día lleva a los niños al colegios desde el campo donde vive y dice no tener con quién dejarlos para trabajar porque antes de las 2 de la tarde vuelve a recogerlos.
Virginia Lobato ha intentado que se queden en el comedor del CEIP San José donde están los niños matriculados, pero el grande ocupa el número 24 de la lista de espera y el chico más del 40. «Si al menos salieran después de comer, me daba tiempo de trabajar por la mañana, no tengo quién se quede con ellos a esa hora». Ni siquiera la situación de esta familia, que por un mal golpe del destino se ha convertido en monoparental, ha colocado a estos niños dentro de un comedor escolar.
«Con los 420 euros pago la gasolina de ir y venir cada día, la luz, el agua y me queda poco para comer», dice Virginia que tiene que echar mano de sus padres (la madre también trabaja, razón por la que no se puede quedar con los niños) para poder comer ella y su familia.
Siente cada día que no tiene salida. «Si al menos me hubieran devuelto el ganado, saldría adelante trabajando, pero lo único que tengo es una deuda imposible de devolver». Ha pedido cita para hablar con el alcalde de La Puebla, Antonio Martín, hace casi un mes y, a pesar de su necesidad, no se la han dado hasta diciembre. A la espera sigue.
La Administración reconoce una deuda pero no la realidad de una mujer sola con dos niños pequeños y sin salida.
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