En las estribaciones de la Sierra de Esparteros, la Sierra Sur de Sevilla, se mantiene viva una tradición casi única ya en suelo español, la de fabricar cal de forma artesanal, algo de lo que en el municipio de Morón de la Frontera han sabido hacer todo un recurso turístico.
Mientras en municipios como Ayamonte (Huelva), todo un emblema hasta hace poco de esta labor, han ido desapareciendo los hornos tradicionales de cal, en esta localidad se mantiene una actividad que incluso dan nombre a la pedanía de las Caleras de la Sierra, ubicada al pie de la ladera Norte de la Sierra, el último reducto de esta actividad, en un lugar aún idílico con poco más de 100 habitantes.
Vista la importancia de mantener la actividad, e incluso hacer de ella un recurso turístico y educativo, la aldea fue inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de interés cultural, con la tipología de lugar de interés etnológico, sobre todo por mantener una técnica que ya se practicaba alrededor del siglo XI, y ha ido pasando de generación en generación como un oficio en el que no ha habido cambios en siglos.
Foto: A.I.
En la pedanía sevillana no solo existen todavía hornos artesanos, sino que se ha puesto en marcha incluso un museo, que va por su sexto año en funcionamiento, «que abrimos con el fin difundir la cultural de la cal en el único sitio donde se sigue haciendo de forma artesanal, como se ha hecho desde siempre», como explica su director, Manuel Gil.
Gil explica que en la localidad quedan tres hornos artesanales, todos ellos situados al lado del mismo museo, aunque la propia forma de trabajar en torno a la cal hace que no se pueda mostrar todo el proceso en una sola visita, porque «el proceso dura 40 días, de modo que lo que se enseña son los hornos, el interior o se explica el proceso y otro como se van colocando las piedras».
Pueblos blancos andaluces
Desde que se trabaja con las primeras piedras hasta que se consigue el producto final, todo ello se puede ver en esta pequeña aldea, «hasta que se consigue un producto que se usa para encalar o restaurar», que muchas generaciones nunca han visto como se fabrica desde su proceso inicial, sino que han podido ver directamente en las fachadas de viviendas, sobre todo en los típicos «pueblos blancos» andaluces.
Por eso, aunque para cualquier persona es una gran experiencia visitar este museo, «para algunos chavales es un viaje alucinante», al mostrarle algo que es totalmente inédito para ellos en la era de la informática e internet.
Para acceder a las instalaciones hay diversas opciones, aunque en la capital sevillana hay una agencia de viajes, ‘Local Terminal’, que comercializa una ruta directa con visita a las instalaciones, que ha sido incluida en el catálogo de turismo de la Diputación hispalense.
Manuel Gil enseña a jóvenes ingleses como se hace la cal. Foto: A.I.
Una vez que se ha concretado todo y se llega a la aldea, si tiempo lo permite se puede realizar un recorrido que comienza en la sala de audiovisuales, con un documental adaptado a todas las edades, sobre la historia y significado de la cal en la sociedad actual, para luego explicar todo el proceso de su elaboración artesanal que se realiza en la misma aldea.
Pasada la teoría, se inicia un recorrido por dos hornos, uno de ellos en estado de «hornado», donde se muestra la colocación de las piedras calizas para la construcción de la bóveda; y el segundo habilitado en su interior con una exposición de herramientas y fotografías.
Con todo, la visita sirve para no olvidar la importancia de uno de los pocos oficios de la actualidad que no ha cambiado en su forma de trabajar desde hace diez siglos, y ver un patrimonio vivo donde los elementos claves giran alrededor del artesano y su cultura del trabajo, con la particularidad de que los propios caleros guían al visitante por un recorrido para no olvidar.