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Huerta del Rosario, agricultura de tradición centenaria que se vuelve cada vez más sostenible
Fotos: C. RAMÍREZ
C.GONZÁLEZ
No hace falta ir a Almería para ver invernaderos. En Arahal, a sólo dos kilómetros por la carretera de Morón, en la tradicional y centenaria Huerta del Rosario, varios miles de metros cuadrados de tierra se dedican a la cosecha de distintas variedades de tomates y pimientos cuidados por una familia que en los últimos años ha conseguido abrirse un hueco en el mercado, principalmente con esfuerzo, trabajo y mucha calidad.
Decir Huerta del Rosario es decir agricultura tradicional, alberca para el riego y el ganado, buena tierra de labor y naranjos centenarios. Rodeados de todos estos elementos ha crecido Carlos Brenes junto con sus hermanos. Hoy son tres los que regenta una empresa basada en hermosos productos de huerta. Utilizan técnicas como la hidroponía, método de cultivo industrial de plantas que en lugar de tierra utiliza únicamente soluciones acuosas con nutrientes químicos disueltos, o con sustratos estériles (arena, grava, vidrio molido…) como soporte de la raíz de las plantas.
Es curioso ver cientos de plantas unidas por un largo saco y colgadas con hermosos tomates en diferentes puntos de maduración. Cuando toca recogerlos, bastan dos mujeres de la misma familia, acostumbradas a moverse con rapidez entre las plantas. Después, clasifican el producto en cajas por tamaño. Los mejores van para Mercasevilla y, por la tarde, los cogen uno a uno para colocarlos con su mejor presencia.
Pero ninguno tiene desperdicio. «Sabe a tomate de verdad», dicen. Llevan dos semanas recogiendo la cosecha que se plantó en agosto de este año y seguirán hasta el próximo mes de enero. Han estado tan mimados que, los nutrientes con los que se han alimentado, están controlados desde el primer minuto. Cada nave dispone incluso de una colmena de abejorros, que se compra tal cual, para polinizar el producto.
Las plagas están controladas de forma que no es necesario utilizar pesticidas. «No es un producto totalmente ecológico porque tenemos que seguir suministrando abono, pero por lo demás, sí», comenta Carlos mientras muestra un ejemplar de una chinche depredadora (Nesidiocoris tenuis) que se compra en botes y sirve para control biológico de huevos y larvas de mosca blanca, polilla guatemalteca y tuta absoluta. También come araña roja, polilla, trips, pulgones y minador. Es una manera natural de acabar con plagas que hacen mucho daño al producto.
Poco a poco, esta familia aprende a obtener un producto de excelente calidad, con sabores olvidados por culpa de la masiva producción. Dejan el producto madurar en la mata. Y, de momento, dentro de invernadero o sin él, tienen, además de tomates de distintas variedades, pimiento tierno y de asar, cebolla, coliflor, alcachofas, lechugas y papas.
Naranjos centenarios
Tiene la Huerta del Rosario también naranjos centenarios cuya presencia es como un balón de oxígeno en las dos fanegas y media de terreno de la familia Brenes (unos 14.500 metros cuadrados). Rodean por un lado la finca y dan naranjas tan dulces que muestran el valor de una tierra dedicada durante muchos años a su cuidado.
Por eso, porque las raíces de los hermanos Brenes son como las de estos naranjos, no dejan de buscar alternativas para que sus productos tengan sabor, color y tamaño. «Ahora, al parecer, hay un alga que sirve para combatir los extremos, equilibra la nutrición, la planta enferma menos, productos nuevos que permitirán que echemos menos abono», cuenta Carlos Brenes, de esta manera se acercarán cada vez más a la denominación de ecológico, porque saludables ya lo son.
Dice que no sólo la tierra da el sabor, también el agua: «Cuanto más alto sea el nivel de sal, el sabor y la consistencia disminuye», según este horticultor. Juan, otro de los hermanos, está junto a su mujer clasificando en las cajas.
Esos mismos tomates están cada sábado en el Mercado de Abastos de La Venta, sólo tiene que ir y, cuando los pruebe, comprobará que la memoria vuelve atrás unos años, cuando los huertos se plantaban en cualquier trozo de terreno para mantener a la familia. Por eso estaban tan buenos.
Cae la tarde sobre la Huerta del Rosario. Huele a pimiento fresco y tomatera, a naranjas a punto de estallar de puro zumo. La familia Brenes sigue trabajando, a fuerzas de horas escriben la historia en otro siglo donde los tomates vuelven a tener el sabor de antaño.
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