Opinan los lectores
El Mar Muerto o la Geopolítica de la estupidez
Urko LERCHUNDI
Posiblemente los libros de Historia debieran cambiar el nombre latino del Mar Mediterráneo, Mare Nostrum, por el de Mare Mortuos o Mar Muerto (o de los muertos) aunque este ya exista. Uno de los motivos es que este mar nuestro se ha convertido desde hace décadas en un verdadero cementerio humano, un cementerio de esperanzas y anhelos, un cementerio de la dignidad humana. Sin embargo creo que hay algo más profundo si cabe: la muerte de las sociedades que vivimos en sus riberas. Estamos muertos en nuestros principios, en nuestros valores, en nuestra humanidad. Hemos muerto a manos del libre mercado y sus dictados, de avaricia y codicia. ¿En qué nos hemos convertido?
Resulta insultante escuchar a nuestros líderes hablar de mafias y del esclavismo del siglo XXI. Mafias que se enriquecen a costa de las esperanzas de tantos y tantos seres humanos que arriesgan sus vidas en busca de esperanza, ya ni siquiera en busca de una vida mejor. Giremos nuestras cabezas pero para mirarnos ante el espejo. ¿Qué mafias explotan los recursos naturales africanos? ¿Qué mafias han contaminado el delta del río Níger? ¿Qué mafias ponen y mantienen a dictadores africanos? ¿Qué mafias no actúan ante el drama del ébola? ¿Qué mafias descargan toneladas y toneladas de residuos altamente tóxicos en países africanos? Mafias de guante blanco, mafias con cuentas en Suiza y paraísos fiscales, mafias que cotizan en bolsa, mafias elegidas democráticamente, mafias que levantan muros con concertinas, mafias que acusan a otras mafias de segunda división.
La realidad es mucho más compleja de lo que nos quieren vender y las causas de estos lodos vienen de otros polvos menos visibles. Nosotros mismos hemos cavado esas tumbas por ineptitud, por ignorancia, por arrogancia. La reflexión que presento es sólo una mínima parte de la partida de ajedrez global pero aplicable en algunos términos a otras jugadas (Irak o Siria por ejemplo).
Hablemos de Libia
Limita con el mar Mediterráneo al norte, al oeste con Túnez y Argelia, al suroeste con Níger, al sur con Chad, al sureste con Sudán y al este con Egipto. No pretendo dar una lección de geografía; tan sólo quiero que miren el mapa y piensen qué ha ocurrido y está ocurriendo en cada uno de los países limítrofes y después piensen en la frontera norte: el Mediterráneo.
La densidad de población del país (habitantes por km2) es una de las más bajas del mundo debido a la gran extensión de su territorio en su inmensa mayoría desértica. En su territorio conviven aproximadamente 140 grupos étnicos. Hasta 2011 (guerra civil libia – intervención militar de la OTAN) era el país africano con mayor esperanza de vida (77,65 años), contaba con el PIB (nominal) per cápita más alto del continente africano, y el segundo puesto atendiendo al PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo (PPA). Además, sigue teniendo el IDH (Índice de Desarrollo Humano) más alto de África. Otro dato a tener en cuenta: era el país que más dinero aportaba a la Unión Africana además de ayudar económicamente a muchos de sus vecinos.
Tan sólo un pero, y grande: estaba gobernada desde el golpe de estado de 1969 contra el Rey Idris I (tolerado por las potencias occidentales y la ONU tras la II Guerra Mundial) por Muammar al-Gaddafi. Personaje polémico, primero fue enemigo de Occidente por su alineación con la extinta Unión Soviética y financiación de grupos terroristas para después convertirse en aliado de Occidente (recordemos las fotos de Aznar y Zapatero con él). Por decirlo en el argot de la política exterior de EE.UU., pasó de ser “un hijo de puta” (EE.UU. intentó varias veces asesinarlo) a “nuestro hijo de puta” tras abandonar sus intenciones de desarrollar armas de destrucción masiva y, sobre todo, permitir el ingreso de empresas petrolíferas extranjeras.
No seré yo (porque ese no es el objeto de este análisis) quien alabe la persona y acciones de Gaddafi que, a fin de cuentas, era un dictador. Simplemente me limito a exponer los datos sobre cómo estaba Libia, cuál era su contexto, cuál era su nivel de desarrollo y qué papel jugaba en la organización del mapa africano antes de la guerra de 2011. Repito que no quiero hacer una valoración ética sobre quién era y qué hacía Gaddafi: simplemente hablaré de Geopolítica.
Como un elefante en una cacharrería
Esta es la mejor definición de lo que EE.UU., la UE y la OTAN en particular, hicieron al entrar en la guerra civil de Libia en 2011. No hablo de leyes internacionales, de Derechos Humanos ni nada parecido; hablo de Geopolítica. Libia era un muro de contención, un elemento de estabilidad regional que mantenía cierto orden y su papel en el contexto y realidad africana fue subestimado por los analistas, especialistas y estrategas occidentales. No había un plan a medio-largo plazo tras la intervención militar salvo esa estúpida (y falsa) excusa de implantar la democracia, algo que se ha demostrado como falso en Irak, Afganistán, Siria y tantos otros conflictos en los que la OTAN ha intervenido. La Democracia se construye, no se impone o exporta. La Democracia no es un modelo cerrado independiente de la realidad, los contextos sociales, culturales y económicos. Nos las vemos y deseamos aquí en España con un Estado con 17 autonomías, 1 grupo étnico inmensamente mayoritario, sin conflictos religiosos aparentes..., ¡¡pues imagínense un país con 140 grupos étnicos, diferencias religiosas, km y km cuadrados de desierto y tras 42 años de dictadura!! ¿Qué pensaban que iba a ocurrir? ¿Un milagro? Ha ocurrido lo que cualquier persona con sentido común pensaría. Hemos zarandeado el avispero.
Ahora nuestros queridos líderes hablan de Libia como un estado fallido cuando deberían decir que hemos creado un estado reventado. Y lo curioso de esto es que no es nuevo. Reventamos Irak y estamos reventando Siria creando el mayor foco de inestabilidad mundial con consecuencias que todavía desconocemos. ¿Quién controla Irak? ¿Quién quiere controlar Siria? ¿Quién campa a sus anchas ahora por Libia? Milicias y grupos terroristas proliferan por Irak, Siria, Libia, Mali, Chad, Sudán, Mauritania, Nigeria. Grupos que en su día fueron (y en algunos casos siguen siendo) financiados por el “aliado” occidental Arabia Saudí (y la CIA en el caso talibán) pero queda mejor vender que es Irán el malo de la película.
Hemos creado un agujero negro en África, una vía de entrada para grupos terroristas, mercenarios y mafias que campan a sus anchas y amenazan ahora los “intereses” de Occidente y China en África. Esto desde el punto de vista de los intereses económicos. Nadie habla de las consecuencias para los africanos: millones de personas desplazadas, raptos, asesinatos, hambrunas, atrocidades que nos quitarían el sueño, tráfico de personas, esclavas sexuales, países incapaces de reaccionar ante la escala del desbarajuste que hemos creado. ¿Quién se ha quedado con el arsenal militar que había en Libia? Por cierto, una parte importante de ese armamento fue vendido por Occidente a Gaddafi y en especial España, que para eso sí que estamos a la cabeza.
UE: inocencia, estupidez (o las dos cosas)
A los países de la UE les ha importado un pimiento qué estaba ocurriendo en África sin ser conscientes que África es nuestra frontera directa. Aquí lo sabemos bien, se ve desde la costa gaditana. Francia ha hecho y deshecho lo que ha querido en África Occidental; hemos mirado hacia otro lado ante dramas como las continuas hambrunas, el saqueo de recursos naturales de nuestras empresas (esas que luego no pagan apenas impuestos aquí), las barbaridades cometidas por dictadores amigos o enfermedades que diezman pueblos enteros como el reciente ébola. ¿Y qué queremos, que se queden allí? ¿Les mandamos un sms al estilo “negritos sed fuertes”? ¿De verdad que con más patrulleras o embarcaciones de rescate estamos solucionando algo? Eso se llama lavado de cara, expiar culpas o quitarnos el cargo de conciencia.
El segundo pecado de la UE es pensar que EE.UU. iba a solucionar algo. Nos embarcaron para zarandear el avispero pero para cuando las avispas salieron ellos ya se habían ido. No tienen fronteras aquí. Libia sigue donde siempre ha estado y nosotros seguimos a los mismos kilómetros de distancia, pero peor. Desde que en 1993, 19 militares americanos (Rangers y Delta Force) murieron en una operación en Somalia (película Black Hawk derribado), EE.UU. sabe que no va a desplegar a sus militares en zonas de conflicto en África. La cruda realidad africana les supera…, y para eso ya está Francia y los europeos.
Hay solución: ¿qué tal la diplomacia?
La actual situación de Libia se podría haber evitado, minimizado o solucionado por otras vías, pero los intereses de las grandes potencias (incluida Rusia) y la falta de visión global conjunta ha terminado como siempre: abandonando a los más débiles a su suerte.
El 10 de marzo de 2011 el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana estableció un plan para poner fin a la guerra de Libia y creó un Comité de Mediación compuesto por cinco presidentes: Mali, Amadou Toumani Touré; Sudáfrica, Jacob Zuma; República del Congo, Denis Sassou-Nguesso, y Mauritania, Mohamed Uld Abdelaziz, junto con el ministro ugandés de Asuntos Exteriores, Sam Kutesa. Jacob Zuma llegó a reunirse con Gaddafi para convencerle de la necesidad de un alto el fuego y el inicio de un proceso de pacificación y transición.
Esta opción no habría sido fácil, ni inmediata, ni tampoco significa que no habría habido más muertos, vejaciones y violaciones de los Derechos Humanos. Se hubiese necesitado presencia militar e incluso el uso de la violencia para defender a la población civil si estuviese en riesgo inminente (algo a lo que están autorizadas las fuerzas de la ONU y no la espantada que hicieron los cascos azules belgas durante el genocidio de Ruanda). Incluso habría que haber dejado una rendija, una salida para Gaddafi, quién sabe. Pero la soberbia y la prepotencia occidental (qué sabrán estos africanos), el uso indiscriminado del poderío militar y la necedad de la mayoría de los líderes mundiales dio al traste con cualquier otra posible solución del conflicto.
Y aquí estamos de nuevo, preguntándonos por qué miles y miles de desplazados arriesgan sus vidas hacinados en barquitos; cómo grupos terroristas se han hecho con el control de Libia y gran parte del Sahel; por qué y cómo África se desmorona una vez más ante nuestros ojos.
Nota mental: Los muros no sirven para nada. Que se lo pregunten a la Guardia de la Noche encargada de vigilar El Muro en la serie Juego de Tronos. Si es que no aprendemos…
Urko LERCHUNDI, licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Pensamiento Político y Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos.
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