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Deportes

El fútbol… a través de sus silbatos

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Podrían formar un equipo de fútbol -7 perfectamente. Practican deporte, les gusta el balompié y viven en torno a él, pero no son los encargados de meter goles ni de llevarse la gloria al término de un partido de fútbol. Su papel es otro bien distinto que pasa por impartir justicia en un terreno de juego con sus silbatos y banderines. Son los casos de David, Jesús, Francisco, José, Miguel Ángel, Manuel,  Juan Carlos y Álvaro, ocho arahalenses que representan a uno de los colectivos arbitrales más numeroso de la provincia de Sevilla.

A. SOLANO

De izquierda a derecha: Francisco, Álvaro, Miguel Ángel, Pepe, David, Juan Carlos y Manuel (faltó Jesús). Foto: AI

Cuando se piensa o se habla del deporte rey en España, casi siempre suele hacerse desde el punto de vista del aficionado que se centra en la figura del futbolista: “Hay que ver lo que falló este jugador” o “vaya golazo metió ayer Messi”, por ejemplo. Pero pocas veces se suele mirar a un componente imprescindible para el desarrollo de la competición, salvo eso sí, cuando las cosas vienen mal o suelen darse situaciones negativas. Es, evidentemente, cuando se suele hablar del papel del árbitro.

Arahal es bien conocida por su faceta como cuna de deportistas, tanto de élite como amateurs. No obstante, hay también personas, adolescentes en este caso, vinculadas al deporte que, a diferencia de la gran mayoría de los futbolistas, no quieren ser los protagonistas al término de un partido de fútbol. Son los encargados de impartir justicia durante los más de 90 minutos de juego y disfrutan con ello, aún sabiendo el papel que desempeñan y las situaciones desagradables que en ocasiones se producen. Son 8 jóvenes arahalenses que cada fin de semana representan a la localidad por toda la provincia pitando numerosos partidos de fútbol.

Juan Carlos, Manuel, Álvaro, Miguel Ángel y Francisco. Foto: AI

Algo que realizan por la gratificación económica que reciben, claro está, pero sobre todo por la afición que sienten por el mundo del arbitraje: “El dinero que ganamos con ello nos viene muy bien, pero si realmente no te gusta pitar lo acabas dejando. No podrías ser árbitro porque tienes una presión psicológica fuerte”, declara José Fernández, un arahalense de 32 años que conoce este mundo desde hace ya tres campañas y que esta temporada no ha podido ascender de categoría, a pesar de su buena actuación, por superar el límite de edad.

El que sí lo ha logrado es David del Río, el cual, con 23 años y 6 de experiencia, se ha ganado una plaza para salir de la provincia y arbitrar en Primera Andaluza, a un paso de Tercera. “Mi aspiración es ascender y mejorar en el arbitraje, un mundo en el que me siento cómodo y que me da la posibilidad de estar conectado a un deporte”.

Además, le permite pasar más tiempo con otras personas con las que comparte buenas experiencias, entre ellas sus hermanos, Francisco y Jesús de 28 y 25 años, que también se enfundan el traje de colegiado cada fin de semana desde hace año y medio.  Los tres han formado ya trío arbitral en un mismo partido, con David como árbitro y sus hermanos en las bandas de asistentes. Esta temporada, con el ascenso de David, no podrán seguir haciéndolo, pero sí continuarán, por caminos separados de momento, disfrutando de un “mundo que a pesar de todo es muy bonito”, tal y como lo califican.

El arbitraje, como vehículo de educación y aprendizaje

Entre otras cosas, porque según Francisco, desde su posición, esa que parece no dejar contento a nadie en la mayoría de las ocasiones, se puede apreciar, adquirir y trasladar valores muy importantes a los demás, sobre todo a los más pequeños: “desde el deporte se enseña y se educa y nosotros intervenimos en los niños y en sus comportamientos. Es lo que siempre intentamos hacer: Queremos que vean la diversión del juego y no tanto el lado de la competición”.

David y Pepe. Foto: AI

Por eso y por otras muchas cosas, la experiencia de la mayoría de ellos viene a ser positiva después de varios años con el silbato: “Hasta el momento nos va bien. En este mundo se aprenden muchas cosas de personas de todo tipo y la profesión o el oficio de árbitro te aporta mucho personalmente. Además vives momentos únicos.”, declara Manuel López, colegiado de 21 años con tres de experiencia.

Momentos desagradables

No obstante, como todo en la vida, tiene su lado negativo. Horas de dedicación, desplazamientos a otros lugares, pérdida de tiempo de ocio y, sobre todo, situaciones comprometidas y difíciles que constantemente vive un árbitro en un campo de fútbol, ya sea a base de insultos o a través incluso de agresiones. Ambas las han experimentado algunos de ellos, aunque, afortunadamente, sin mayores consecuencias: “Hemos vivido momentos complicados en los que hemos llegado a pasar miedo, teniendo que parar el partido porque temíamos por nuestra integridad física. De hecho a mí y a Miguel Ángel nos han llegado a golpear”, manifiesta Manuel.

En esos momentos, cuenta, “piensas en la gente que te apoya para seguir adelante”. Algo necesario para afrontar esta tarea, junto a la obligación de mantener la sangre fría durante todo el tiempo: “Un árbitro ha de mantener el sentido común y la cabeza bien fría los 90 minutos. Y también debe llevar la mente en blanco, porque si te llevas los problemas al terreno de juego acabas haciendo un mal papel”, comenta Álvaro Morales, de 22 años, que comparte desde hace un lustro con su hermano Juan Carlos, un año menor que él, la actividad de árbitro.

Sentido común y mucha sangre fría

Una cualidad esencial pero que a veces es difícil de alcanzar, entre otras cosas “porque tienes en frente  a un grupo de personas que te culpabiliza por todo y que no para de meterse con una madre o un familiar”. “Aún así, tú tienes que tener siempre respeto al que precisamente no te lo está teniendo y no para de insultarte, por el simple hecho de ponerte una camiseta de árbitro, afirma tras cuatro años pitando Miguel Ángel Brenes (25 años), que añade: “yo he comprobado que aquel que me tiene respeto por la calle me lo falta en el momento en el que me pongo la camiseta de árbitro”.

Sin embargo, no siempre esto sucede así. A veces, esas circunstancias desagradables vienen producidas más por las personas ajenas que por los propios protagonistas del deporte: “en determinadas ocasiones, el contexto externo al terreno de juego (que acude a él para desahogarse) influye más negativamente que el interno.  En partidos de niños, por ejemplo, hay padres, con sus comportamientos, que no son conscientes de qué es el deporte a este nivel ni cuál es su objetivo, que no es otro que el de servir como vehículo de diversión y educación”, aseguran todos.

Labor compleja de apreciación constante

Los 7 colegiados de Arahal. Foto: AI

Más allá de estas dificultades, que según manifiestan vienen dadas “por el problema de concienciación y desconocimiento existente hacia la figura del árbitro”, prefieren quedarse con una perspectiva más positiva: “Hay un proyecto para explicar nuestra actividad en el que se están dando grandes pasos para mentalizar a todo el mundo de que nosotros vamos a un campo de fútbol a hacerlo lo mejor posible. Nos preparamos física y técnicamente (esperamos que a partir de ahora podamos hacerlo en el “Manolo Jiménez” a través de la cesión de un tiempo de entrenamiento), pero estamos constantemente valorando y apreciando las acciones de muchas personas en poco tiempo. Una jugada que para ti es falta, para mí puede que no lo sea. No obstante, somos humanos y claro que nos podemos equivocar” añade David.

Arbitraje en España

Por eso, ellos más que nadie entienden a sus compañeros de gremio que se encuentran en la élite sometido a una gran presión nacional y destacan su papel: “No hay que ser tan tremendistas. Los árbitros españoles no son tan malos como se puede pensar. Ese es el argumento más socorrido cuando no salen las cosas, pero los datos están ahí y España cuenta con árbitros FIFA que van a Mundiales y pitan por toda Europa.

Algo que también les motiva, aunque saben que como ocurre con los propios jugadores, no es precisamente fácil llegar arriba. De hecho, algunos por edad, no podrán hacerlo. Pero eso no le quitará la ilusión a ninguno de seguir disfrutando del fútbol desde una posición, para ellos privilegiada, en un terreno de juego.

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