Cultura
El escritor Álvaro Romero habla de su última novela: “Es tan dura en el fondo como lírica en su forma”
Solo los muertos no caducan es la tercera novela del autor de Pulpa de limón (2015) y El resplandor de las mariposas (2018), publicadas también en la editorial sevillana Ediciones en Huida, y cierra por fin una trilogía sobre el universo literario de su autor, que tiene mucho que ver con la comarca del Bajo Guadalquivir y su entorno. Es la primera que Álvaro Romero Bernal escribe en primera persona y su narrador va conduciendo al lector por los trepidantes días que comparte con la cuñada de un matón venido a más durante el pasado confinamiento, en plena pandemia del coronavirus, hasta que su condición de perdedor sin límites lo capacita para romper todas las expectativas. La fuerte apuesta de la editorial por este escritor de Los Palacios y Villafranca, que es además periodista y profesor, se demuestra en el lanzamiento de la novela en una fecha tan especial como las Navidades, con presentaciones que se prevén muy nutridas de público, empezando por la de su pueblo natal, el próximo miércoles día 14 en la Casa de la Cultura de Los Palacios y Villafranca.
-Álvaro, ¿una tercera novela te confirma como novelista en el
panorama andaluz?
-Bueno, eso nunca lo sabe uno, aunque es cierto que yo siempre he tenido vocación de novelista. He escrito un poco de todo, hasta poesía y libros de ensayo, y además escribo muchísimo en las páginas volanderas de los periódicos, como diría Romero Murube, al que dediqué hace más de una década mi tesis doctoral. Pero siempre he creído que mi vocación última es la de novelista, porque es en el terreno que más a gusto me siento. Solo unos cuantos amigos han leído esta tercera novela, que se titula Solo los muertos no caducan, y dicen que es lo mejor que he escrito, pero eso debe decidirlo el público, quiero decir, los lectores en general que no te conocen de nada.
-Solo los muertos no caducan. Un título inquietante, ¿no?
-Creo que la novela es inquietante desde la primera página, y tiene más de trescientas. He procurado inquietar al lector desde el principio, conjugando desde el comienzo la dureza de una realidad retratada con el lirismo, digamos, de su prosa. Creo que también lo intenté en mis anteriores novelas, pero en Pulpa de limón, por ejemplo, parecía que había dos novelas en una, porque la primera mitad era mucho más lenta y poética y la segunda era mucho más novela negra. En esta creo que he conseguido ya aunar esas dos condiciones desde el principio. Además, es la primera vez que escribo una novela completamente en primera persona, con lo que hay también un juego inquietante entre narrador y autor, puede ser.
-¿Se puede adelantar de qué trata?
-Yo creo que, para el autor, esa es una pregunta difícil de responder. ¿De qué trata para quién?, podría preguntar yo a mi vez. Porque la novela trata de muchas cosas, y dependerá del lector o lectora decidir cuáles son los temas de verdad importantes. Hay una convivencia de vivos y muertos constantemente, a lo largo de sus páginas, hay una historia de amor, y otras de desamor, hay una trama de corrupción, y mucha nostalgia por el pasado, muchos guiños personales de mi propia infancia… No sé exactamente decir de qué trata la novela en una sola frase. La editorial pone en la solapa del libro que la trama trata del blanqueo de capitales, y es cierto. Pero también va de muchas otras cosas. Hay aspectos muy actuales, como la pandemia pasada, y alguna que otra sorpresa final.
-¿Habrá una cuarta novela?
-Me imagino que sí, porque yo no puedo vivir sin escribir. Pero con esta novela cierro por lo menos un ciclo, una especie de trilogía que empezó con Pulpa de limón y siguió con El resplandor de las mariposas. Con Solo los muertos no caducan se cierra un universo. Y no quiero volver sobre él. Creo que he dicho todo lo que tenía que decir al respecto de todo ese territorio que no es solo espacial, sino también temporal.
-La portada es muy sugerente.
-Es verdad. Yo mismo conduje al fotógrafo al sitio concreto. La foto es de un compañero y amigo, magnífico fotógrafo, que se llama Francisco Amador, también de Los Palacios. Fue él quien me cedió asimismo la foto de portada de Pulpa de limón, hace ya siete años. Y creo que, una vez más, la imagen encierra muchísimos aspectos de lo que cuenta la novela, pero eso no lo comprenderá definitivamente el lector hasta que no termine de leerla.
Álvaro Romero Bernal (Los Palacios y Vfca., Sevilla, 1979), doctor en Periodismo y columnista de El Correo de Andalucía, debutó como novelista en 2015 con Pulpa de limón, una ópera prima publicada por Ediciones en Huida y muy bien acogida por el público y la crítica. En 2018, el mismo año que se estrenó como poeta con Tantos amos y yo amando (Alfar), lanzó El resplandor de las mariposas, que había quedado finalista del III Premio Vuela la Cometa. Ahora, con Solo los muertos no caducan, cierra una trilogía que tiene como común denominador un territorio literario ya definido en el Sur de su valiente y exquisita prosa. Profesor de Lengua y Literatura desde 2004, alterna sus clases de instituto en su pueblo natal con las que imparte en varias sedes universitarias. Ha sido coordinador y asesor literario para las enciclopedias de Sevilla, Córdoba y Jaén de C&T Editores, y ha publicado miles de reportajes y estudios monográficos de diversa índole, especialmente de esa fusión entre Literatura y Flamenco con que intensifica su labor de conferenciante. En 2021 demostró su talento como cuentista con Déjate de cuentos (Ediciones Pangea), del que salieron tres ediciones en solo unos meses. Es autor de varios ensayos como Joaquín Romero Murube. El periodista en la calle (Centro Andaluz del Libro, 2010) o 33 lugares evangélicos. De Belén a Emaús (Editorial AE, 2011).
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