Enfermedades
«Me he curado gracias a la ciencia y a mi hermano Jesús que me donó su médula para ser trasplantada»
«Me he curado gracias a la ciencia y a mi hermano Jesús que me donó su médula para ser trasplantada»
Carmen Cabello Suárez tiene 38 años, aunque desde hace 4 es otra persona. Incluso físicamente es imposible reconocerla en las antiguas fotos, “pesaba 72 kilos”, dice. Hace cuatro años le diagnosticaron leucemia mieloide aguda. Una semana con fiebre, nada más, y su mundo se vino abajo. Ha sufrido lo que ahora es incapaz de poner en pie pero ha tenido suerte porque la única cura para esa enfermedad es el trasplante de médula ósea. Encontrar a alguien compatible es como buscar una aguja en un pajar, incluso dentro de la familia, a no ser que tengas hermanos gemelos. Tiene tres hermanos, ninguno gemelo, dos eran compatibles. Hoy lo puede contar.
Pequeña, guapa y de ojos muy vivos. Carmen es de La Puebla de Cazalla y empieza a hablar como si se le fuera la vida. Casi se le fue, hoy lo recuerda con angustia porque cada sesión de quimioterapia la iba dejando cada vez más debilitada. De hecho perdió más de 20 kilos, “era una muñeca de trapo”. Ella ya sabe que padecer esta enfermedad es saber que el tiempo siempre corre en tu contra.
El diagnostico no cambió
“Llevaba varios días con fiebre, pensé que era una infección de garganta y fui al médico de cabecera hasta tres veces porque ni con el tratamiento de antibióticos remitía la fiebre. Has que me fui al hospital por urgencias”. Ese día una analítica de sangre pondría a los médicos en guardia, hasta el punto que viéndola con un aspecto tan saludable y tan llena de vida, no creyeron lo que mostraba ese primer análisis. Lo repitieron, pero el diagnóstico no cambió.
Ni cambió la respuesta a más de 200 preguntas que le hicieron después. No, no había sangrado por la nariz. No, no había tenido hematomas por el cuerpo. No, no había notado cansancio salvo el normal después de una jornada de trabajo. Carmen es abogada y era asesora jurídica para una gran compañía de telefonía.
Ingresó el 27 de mayo de 2015 y ya todo se precipitó. Porque los enfermos de leucemia tiene las defensas bajo mínimos y la estancia en el hospital Virgen del Rocío fue en una habitación de aislamiento. Sólo un acompañante y fue Dolores, su madre, una mujer que después de lo pasado -no hay mayor dolor que el que sufre un hijo o hija-, ha creado un vínculo que va más allá de la razón de su existencia. Días y meses en el hospital, viendo como su hija se debilitaba por momentos. 20 días sin comer y sin beber con fiebre alta. Días enteros de quimioterapia y muchas complicaciones.
Se agarraron a su fe
Ambas, madre e hija, se agarraron a su fe. “Sé que Dios no me ha curado el cáncer, que ha sido gracias a mi hermano Jesús y la ciencia, pero me ha dado fortaleza a mi y a mi familia para seguir”. Dolores no dejaba de rezar porque ya sabía que “con la leucemia si no hay trasplante llega la muerte, incluso con el trasplante nunca hay seguridad”.
Y llegados a este punto se acuerda de Almudena, una joven de 22 años, compañeras en la unidad de aislamiento. Fue trasplantada pero al año murió. “Entablamos amistad por wasap, cuando llegó fui la que le dio ánimos y cada vez que pasaba hablaba con ella, le decía que tuviera fuerzas que íbamos a salir de esta”. Charlas a través de la cristalera de la habitación de máximo aislamiento, por un telefonillo, cuando ya las preparaban para el trasplante. Carmen entonces se emociona y lo hace cada vez que recuerda las visitas que realiza a ese ala del hospital: “Allí siguen quedando muchos enfermos de los que nadie se acuerda”.
Su madre revive casi sin querer las imágenes que lograba ver desde la ventana de la habitación donde han pasado muchos meses. “Frente ventanas y cuando miraba para abajo, sólo veía salir los coches de Mémora (compañía funeraria)”. El verano del 2015 ha sido el peor de sus vidas, con diferencia.
Dos hermanos con médula compatible
Y Carmen Cabello ha tenido suerte. Porque de tres hermanos, dos eran compatibles. Escogieron a Jesús que asegura estar dispuesto a volverlo hacer. Porque el trasplante tiene un periodo de preparación. Para del donante no es complicado, unos días con un tratamiento médico que consiste en aumentar sus células madres y cuidarse para no coger ni un resfriado. “Lo más duro fue no poder beber alcohol en la feria” y se ríe mirando a la hermana. Ya que el trasplante fue el 22 de septiembre de 2015, un día antes se había llevado a cabo la extracción de estas células que cambiarían la vida de Carmen.
Jesús no tuvo que ingresar ni le han pinchado en ningún hueso para extraer la médula de su interior como erróneamente cree la gente. La primera parte del trasplante sólo consiste en extraerle las células madres de sangre periférica, y se hace con solo un pinchazo en una vena.
Hasta aquí, Carmen había resistido las sesiones de terapia durante todo el verano, sin salir del hospital. Después llegó la etapa de preparación para el trasplante, “tuvieron que asegurar de que mi médula estaba limpia para recibir la de mi hermano”. Esta última parte, a Carmen y su madre la aislaron aún más. “Entramos en el TAMO (unidad Trasplante Alogénico Médula Ósea), allí hay que dejarlo todo fuera, entras con un camisón que ellos te dan y bragas de usar y tirar. Solo puedes ducharte cuando te lo dicen porque deben retirar de inmediato las toallas húmedas para que no se desarrollen hongos”, explica la joven.
Y una vez trasplantada, otros 20 días en el mismo lugar y tres meses sufriendo una complicación detrás de otra. Aprendió palabras complejas como neutrofilos, citomegalovirus, pero sobre todo supo que la “leucemia es una enfermedad y el trasplante es seguir con vida pero a un precio muy alto”.
Día de los Imparables
Carmen Cabello tiene la incapacidad permanente absoluta. Trabajar ejerciendo la abogacía es su vocación y, quizás, en un futuro pueda reanudar su vida. De momento, se plantea terminar el día feliz de estar junto a su familia, valorando “lo importante de verdad”. Porque la estancia en el hospital, donde se está como en una realidad paralela, le ha hecho entender que los días se viven uno a uno.
La tarea más próxima es participar en el Día de los Imparables que se celebra el 29 de junio. Convocada por la Fundación Josep Carreras, ha puesto su historia en los folletos de promoción de este día para concienciar sobre la donación de médula y reunir fondos que hará que la ciencia siga siendo la mayor de las esperanzas para los enfermos de leucemia.
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