Sociedad
Desde Tinduf a Sevilla, Vacaciones en Paz que se convertirán en lazos de vida
Carmen GONZÁLEZ
Cansados, llegan muy cansados. Son los últimos 106 niños y niñas saharauis que pasarán sus Vacaciones en Paz en Andalucía. Directamente desde los campamentos de Tinduf al Aeropuerto de Sevilla, a última hora de la noche del 7 de julio. Llevan en la piel y en los ojos el rastro de las últimas horas pasadas en el desierto. Allí estaban las familias de acogida, dos de Arahal, que traerían para la localidad a Nayat y Bakak, 10 y 9 años. Ambos venían por primera vez, comienza la historia de un encuentro que se convertirán en lazos de vida.
En la zona de llegada del Aeropuerto de Sevilla había familias de casi todas las provincias de Andalucía, hasta 1.300 niños han llegado este año a la región. Los niños y niñas que venía para irse con dirección a Almería fueron los primeros en salir, aún le esperaban más de tres horas de camino para llegar a su destino final.
Los nervios a flor de piel. Algunos, por ser participantes noveles ante la incertidumbre de una experiencia de vida y, otros, los veteranos, porque volverían a ver a su niño o niña saharauis, que ya repite viaje, para comprobar cuánto ha cambiado después de un año. Cada abrazo y cada beso envolvían ilusión y un cariño incondicional.
Niños del 2005
Este año al programa Vacaciones en Paz 2015 se incorporan a los niños y niñas nacidos en 2005. Tinduf es el único campamento de refugiados de ida y vuelta, por lo que la historia se repite cada año, mientras existan familias y personas comprometidas en mejorar la vida de quienes sufren en sus lugares de origen.
Hasta Arahal han llegado 6 niños, menos que años anteriores. Nayat y Bakak han sido los dos últimos. La familia de Marco Antonio Álvarez y María José Rodríguez acogen a Nayat y el sacerdote Miguel Ángel González, se ocupará de Bakak, ya tiene a otro niño que llegó hace unos días. “Es mi sombra, no se retira de mi lado en todo el día”, comentaba en el Aeropuerto de Sevilla ante la atenta mirada del pequeño de 12 años.
Miguel Ángel, párroco de la iglesia Nuestra Señor de la Victoria, está acostumbrado a acoger a niños llegados de distintos países del mundo. Sabe ya que cuánto más pequeños son, más ardua es la tarea, pero su sentido del humor muestra una paciencia infinitiva curtida por la experiencia.
Sin embargo, el caso de la familia de Marco y María José es diferente, viven la experiencia por primera vez. La ilusión ha marcado la espera de esta joven pareja, con dos niñas, de 7 y año y medio de edad. Alejandra, la mayor, era un puro manojo de nervios en el Aeropuerto, y acabó transmitiéndoselos a sus padres. Tanto saltó, corrió y desesperó que acabó dormida. Después de días de espera, el vuelo estaba previsto que llegara el 1 de julio, el cansancio de estas últimas horas doblegó su fuerza de voluntad.
Mientras la familia se desesperaba, llegaba el vuelo desde Tinduf. El atraso de una hora que en un primer momento anunciaron, se convirtió en media hora, por lo que les cogió de sorpresa. No obstante, aún hizo falta casi dos horas para que fueran distribuidos todos los niños y niñas saharauis por parte de los voluntarios del programa Vacaciones en Paz 2015, con camisetas reivindicativas sobre la campaña de apoyo a Takbar, en huelga de hambre indefinida por el asesinato de su hijo Mohamed Lamine de 21 años por colonos marroquíes.
¡Viva Sahara libre!
Los primeros niños y niñas pasaron por la puerta de salida de las instalaciones y lo primero que oyeron fue ¡Viva Sahara libre! Llegaban aturdidos por las horas de viaje desde el mismo desierto, y, en el cuello colgada, una tarjeta con sus datos identificativos. Intentaban no salirse de la fila que dirigían estos voluntarios. Almería, Granada, Córdoba, Cádiz, una a una fueron nombrando ciudades para que se acercara el coordinador y se hiciera cargo de los pequeños a los que aún les quedaba un viaje más o menos largo en coche hasta las casas de las familias de acogidas.
Nayat llegó sonriente. Desde el primer minuto sus padres españoles la rodearon emocionados porque sólo podían pensar en cómo tienen que vivir en ese desierto para que una madre deje ir tan lejos a lo más importante de sus vidas.
De hecho, este programa de Vacaciones en Paz, fue ideado por las mujeres saharauis a mediados de los 80 porque eran conscientes de las carencias sanitarias y alimenticias importantes existentes en los campamentos de Tinduf.
Dicen que cuando sus hijos se van lejos, guardan la tierra de los tres últimos pasos que dan en el desierto esperando su vuelta. La separación es un acto de generosidad con el único objetivo de ofrecerles la posibilidad de que se recuperen con una dieta equilibrada y variada. También aseguran con el viaje una cobertura sanitaria para solucionar los problemas de salud derivados tanto de la malnutrición como de patologías incurables en los campamentos.
Muchos de los niños y niñas saharauis tienen síntomas de anemia provocada por la falta de hierro en su alimentación. En los análisis que se les practican, también se descubre una escasez de vitaminas, proteínas y aminoácidos esenciales. Pero, según cuentan, ellos son más conscientes de lo que les falta cuando ven que sólo es necesario abrir un grifo para que salga agua durante todo el día y que aquí, con sus familias de acogidas, probarán alimentos con sabores nuevos y verán piscinas llenas de agua para estar todo el día metidos si quieren, entre otras cosas. Una necesidad que ni siquiera pasa por la mente de sus nuevos hermanos andaluces.
Nayat y Bakak han llegado como todos, con lo puesto. Volverán con ropa y comida, pero, sobre todo, con el corazón lleno de cariño. Estas nuevas familias no pretenden sustituir a nadie, sólo pelear para que un día, no muy lejano, estos niños y niñas vivan las Vacaciones en Paz en su tierra. Allí volverán cuando termine el verano, más sonrientes si cabe, y sus madres podrán soltar de nuevo la tierra que guardaron para que el viento del desierto la lleve lejos.
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