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Sociedad

68 años comprometido con las necesidades de un pueblo

Antonio Casado Medina, componente más antiguo de Cáritas, se ha llevado 50 años regentando una tienda de ultramarinos en la calle Madre de Dios y más ayudando al prójimo

Fotos: pitagorasfotos.com

C. GONZÁLEZ

Arahal (Sevilla)

En los años 70 pusieron su nombre a una barriada de Arahal, aunque poca gente lo sabe. Se trata de un conjunto de casitas con ladrillos caravista situado al final de la calle Doctor Gamero, donde el campo pierde su nombre. Es Antonio Casado Medina, 68 años colaborando y trabajando para los demás en Cáritas. Empezó cuando esta organización ni siquiera tenía ese nombre y aún sigue, con 84 años, pendiente de una labor que ha llenado su vida.

No quiere que se sepa que esas calles se la dedicaron en los años 70. Fue la primera barriada que se construyó con fondos de la organización que ha dirigido durante casi 7 décadas. Quienes lo conocieron detrás de un mostrador en la tienda familiar de la calle Madre de Dios que regentó durante 50 años, veían a un señor serio. Pero Antonio es socarrón, se ríe como el que no quiere y tiene una memoria prodigiosa para recordar anécdotas y detalles desde que tenía 3 años. ‘Y 49 primos hermanos apuntados en una lista, borro los nombres conforme van desapareciendo’, dice para definir a la familia Medina.

Recién operado de la rodilla -le han colocado una prótesis- comienza la entrevista contando la primera anécdota. ‘Al día siguiente de operarme, me senté en la silla y el médico me dijo que me levantara con el andador y lo hice por mi mismo, no se lo podía creer’, cuenta. Son sus batallas diarias contra el paso del tiempo. Pero las mejores son las que ha vivido detrás del mostrador de su tienda que le servía de plataforma para ayudar a los demás.

Antonio Casado, en su antigua tienda de la calle Madre de Dios

En octubre hizo 20 años que se jubiló, pero para quienes conocieron su tienda en la calle Madre de Dios parece que fue ayer cuando lo veían desde primera hora detrás de un mostrador de madera vendiendo todo tipo de productos. ‘En la tienda no se paraba, cuando no estabas atendiendo, estabas haciendo cartuchos de papel de estraza para los productos’, cuenta. Porque la tienda de Antonio era de las de antes, en las que se vendía ‘un real de azúcar o tres chicas de café, pastillas de contrabando y sacarina en piedra, que había que partir y preparar, polvos ‘coloraos’ para pintar zócalos, sosa, bacalao’. Todo se despachaba suelto, excepto las conservas.

La tienda estaba llena de vericuetos y cajones; para quienes la conocieron hay un recuerdo que prevalece, el de los huevos colgados en un gancho del techo para que no se rompieran. Cuando a Antonio se le refiere este recuerdo sonríe y empieza a contar: ‘Un día había puesto los huevos abajo, llegó una señora y me preguntó que si tenía y le dije ‘aquí abajo los tengo’ y la mujer se echó a reír’, reconoce que si no hubiera sido por estos ratitos de humor, no habría aguantado tantos años difíciles, sobre todo los de la posguerra, cuando había tanta necesidad entre las familias de Arahal y comprar dejando cuentas era algo habitual. ‘Cuando quité la tienda rompí tantas libretas’, dice con resignación.

Pero cuando cerraba las puertas, Antonio salía para la iglesia, Parroquia o calle Veracruz, y comenzaba la segunda parte de su vida: la de su entrega a los demás. Ha ayudado a recaudar fondos para pagar tantos recibos de la luz, agua, contribución, tantos arreglos de viviendas, comida, electrodomésticos, siempre pidiendo para que las familias más necesitadas pudieran vivir dignamente.

Y en esta tarea está desde que esta organización humanitaria religiosa se llamaba Secretariado Diocesano de la Caridad, ha visto muchas veces al Cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla desde 1957 a 1982. Cuando se le pregunta por esa época, Antonio hace la única mueca a disgusto de toda la entrevista. ‘Eran muy malos tiempos, ahora hay necesidad pero la de antes era peor, la gente enfermaba de tubercolisis y no tenía para comprar medicamentos porque no tenía ni siquiera para comer’ explica mientras cierra los ojos y dice que parece estar viendo los ‘chozones del barrio del Faro’.

Chozones del Faro. Foto cedida por memoriavisualdearahal,com.

Había gente que trabajaba a su lado, sobre todo los pocos empresarios que había entonces. ‘El cosario recogía las medicinas del Palacio Arzobispal de Sevilla para todos los enfermos’ pero la comida era más difícil. Se ha llevado la vida pidiendo y organizando, y realizando malabarismos con lo poco que tenían, sobre todo al principio.

Dice que la situación mejoró con la llegada de los ‘americanos’ a la Base Aérea de Morón de la Frontera (1957). ‘Nos daban leche en polvo que preparábamos todas las mañana en una lavadora que teníamos en el local (situado junto a la iglesia de la Veracruz) y también muchas cajas de conserva’.

Entonces el alcalde de Arahal era Ramón González y González, médico de profesión, se convirtió en una institución en el pueblo, respetado y querido por todos, ricos y pobres. Fue dos veces alcalde, la primera en 1934, en Plena República Española, y la segunda en los años 60. Antonio Casado cuenta que ‘Don Ramón nos compró un bidón de 1000 litros de agua para poder hacer la leche y repartir a primera hora de la mañana a tanta gente necesitada, sobre todo niños’.

Recuerda, ‘como si lo estuviera viendo’, a la madre de María, conocida como la Pereta. Vivía en uno de los chozones del Faro (barrio de Arahal), ‘un día fuimos a verla, dormía ya mayor en una cama hecha con cuatro palos y una esterilla, y le llevamos una cama completa, con su colchón, pues tardó en acostumbrarse, no podía dormir tan cómoda’, cuenta.

18 millones para una barriada que pagaron con un préstamo

Su barriada, la de Antonio Casado, costó 18 millones de las antiguas pesetas. Tuvieron que pedir un préstamo ‘y firmarlo’, dice, ‘pero se pagó todo y muchas familias necesitadas tuvieron por primera vez su casa’. Pero también han arreglado muchas en las que había familias que no tenía cuarto de baño ni dormitorios sino era todo una zona común en la que la intimidad brillaba por su ausencia. O han pagado la adaptación de cuartos de baños para ancianos que no podían con sus pensiones hacerlo.

Este hombre guarda en la memoria la historia de la evolución de la sociedad de Arahal en los últimos 80 años, porque ayudar a los demás te acerca a personas de todas las condiciones y de todos los extractos sociales. El año pasado recibió un reconocimiento por parte del Ayuntamiento de Arahal junto con su compañero de andanzas, Manuel Manaute, otro voluntario que lleva más de 50 años poniendo su tiempo y hasta su sueldo (era oficinista en una fábrica de aceitunas) a disposición de los demás.

Aprender a pedir es uno de los primeros pasos que dan. Piden de todo porque nunca es suficiente para tantas necesidades. Y en este ir y venir por las calles de Arahal, Antonio para para bromear con sus vecinos y recordar otros tiempos en los que, incluso, entre los dueños de la tiendas de la competencia, la solidaridad era ley de vida. ‘Antes venía la Fiscalía para inspeccionar por si teníamos productos de contrabando, que lo teníamos porque no había de nada, y Paco Revilla nos ha sacado de más de un problema o nos avisaba para que tuviéramos cuidado’.

Paco junto con su hermano Pepe, regentaban la que actualmente es la ferretería más antigua de Arahal, Revilla, antes tienda de ultramarino, donde la palabra ‘no hay’ nunca se pronunciaba. Y Antonio Casado recuerda de nuevo sonriendo que Paco le daba dinero para Cáritas y le decía ‘no te lo vayas a gastar en juegas’.

Así se despide. Y se va lentamente a la calle porque lo esperan en una de sus reuniones donde contarán la historia de otra familia con sus necesidades. Hasta que el cuerpo aguante y ‘Dios quiera’ seguirá para seguir sumando años a una vida dedicada a ayudar a los demás.

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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