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Sociedad

Así rescataron a once ucranianos cuatro conductores desde Huelva

Umbrete, una de la madrugada. Once personas con caras de haber nacido en el este europeo se bajan de dos furgonetas con la palabra ‘Arrabales’ pintada en su lateral. Son cuatro adultos y siete niños, que dos días antes se habían subido en esos vehículos en la frontera entre Polonia y su país, Ucrania. Hoy, han despertado sabiendo que están a salvo.

La historia de estas once personas es la de casi tres millones de ucranianos que han huido de la guerra a toda prisa, y se han encontrado con gente que habla español para salvarles del horror, con el matiz de que en esta ocasión todo se ha gestado en la mente de un hombre llamado Federico Pérez, responsable del centro de atención a drogodependencias ‘Arrabales’ de Huelva capital, que ha hecho, junto a tres conductores más, el viaje más largo de alguien en España para salvar a refugiados ucranianos.

Y todo comenzó hace una semana, el pasado lunes, cuando comenzó a pensar en que no se podía quedar quieto viendo lo que estaba pasando al otro lado de Europa. En solo dos días, organizó lo básico en el centro para que su equipo pudiese prescindir de él unas cuatro jornadas, embaucó a tres personas más y el pasado jueves arrancaron las furgonetas. Iban apoyados por unos 3.000 euros que varias personas les dieron a través de Bizum o transferencias para ayudarles en el camino. Federico es una persona muy conocida en Huelva, de modo que nadie dudó a la hora de echarle una mano a él y a su equipo. Tanta fue la ayuda, que la App de Bizum se le bloqueó, y desde el pasado domingo solo puede recibir dinero por transferencia.

Inicialmente, iba a salir una sola furgoneta, pero cuando llegó tanto dinero decidió buscar una segunda. Eso sí, los 3.000 euros que él pensaba que sería dinero de sobra se convirtieron en el dinero justo. Han sobrado poco más de 200 que irán directamente a la ayuda a los refugiados. Los peajes de 50 y 60 euros y el gasoil a 2,28 euros en algunas gasolineras francesas y alemanas no han ayudado a que el presupuesto sea holgado.

No ha sido un viaje fácil. A las dificultades propias de conducir 4.000 kilómetros por carreteras y países desconocidos para ellos, se unió la enorme carga moral al llegar a la frontera. Allí vieron a miles de personas pidiendo ayuda. Con las dos furgonetas sin que cupiese un alfiler, se podrían traer a once personas, y muchas más se quedarían allí. Pero había que trabajar rápido.

Cuando llegaron a la frontera, ya tenían todo coordinado con el gobierno ucraniano para saber a quienes tenían que recoger, aunque todo allí es complicado. Federico cuenta que no ha pasado más frío en toda su vida. La temperatura oficial era de cinco grados bajo cero, pero la sensación térmica era mucho menor. Tras unas doce horas de confusión y llamadas, llegaron los viajeros. Eran un matrimonio (él es un sacerdote polaco), dos mujeres y once niños de uno a 13 años. Algunos de ellos habían caminado más de cien kilómetros por los “corredores seguros” para llegar a la frontera polaca. Cuando llegaron a Polonia, sus maridos se tuvieron que quedar en suelo ucraniano para combatir. A día de hoy, hace tres días que no saben nada de ellos.

No había tiempo para pensar en que esos niños podrían haber muerto en el camino a la frontera, sino de actuar. No habían dado las siete de la tarde del sábado cuando las furgonetas arrancaron camino de Huelva. 

Pero como en todos los viajes hay problemas, en este también los hubo. Todo el equipo de Federico, tanto en el viaje como desde Huelva y Sevilla, lo tenía todo coordinado, pero cuando la expedición pasado por Cataluña este lunes, recibieron la noticiad de que la familia que iba a acoger a las dos mujeres y sus dos niños, finalmente no podían hacerlo. El llamamiento que se hizo en ese momento a través de las redes sociales funcionó dos horas después, y las dos mujeres dormirán esta noche en su nueva casa de la playa onubense de El Rompido. La pasada noche, como puente, han dormido en la casa de un periodista onubense que se ofreció a acogerlas mientras en su nuevo alojamiento se organizaba todo.

La primera furgoneta llegaba de madrugada a una casa de Umbrete, en el Aljarafe sevillano. Allí, les esperaba una ducha caliente, camas y cena, y la petición de la gente que los acoge de que descansaran todo lo que pudieran. A las dos de la madrugada, la cena seguía, mientas los niños poco a poco se iban durmiendo y la madre solo repetía “Duzhe dyakuyu” -muchas gracias en ucraniano-. El padre, con un inglés fluido, explicaba lo que supone para él ver a sus hijos vivos y a salvo de las bombas de Putin.

Para los once comienza una nueva vida, lejos de la guerra. Otra cosa será qué pasará en el futuro y el deseo de todos de volver a su país cuando cesen los bombardeos, pero por ahora están vivos, y eso no es poco.

Periodista corresponsal de la Agencia EFE, El Correo de Andalucía, eldiario.es... entre otros medios. Cubre principalmente Huelva y Sevilla en varios medios radiofónicos y prensa digital.

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