Arahal se vuelve paduana durante 6 horas, como todos los martes del año

A. SOLANO/ C. GONZALEZ

Fotos: Claudio RAMÍREZ

A las 8 de la tarde, con puntualidad británica, abría la Hermandad de San Antonio de Padua las puertas de la Ermita. La imagen comenzaba a moverse al fondo. Primer relevo de costaleros, 16 en total, debajo del paso. Fuera esperaba una tarde fresca. El público y la Agrupación Musical Santa María Magdalena a punto para acompañar a San Antonio en su recorrido. Arahal se volvió paduana durante 6 horas como todos los martes del año.

 

Las Hermandades deben ser las únicas puntuales en esta tierra. Si no llueve y hay previsto salida, las Cruz de Guía está en la calle puntual, a la hora prevista. Lo mismo pasó ayer con San Antonio al que lo esperaba un público numeroso, en gran parte del barrio que lo acoge. Es como una costumbre y tradición que en los últimos años se afianza recubierta de nostalgia de cuando la velá era la puerta de entrada al verano de esta tierra, largas tardes de vecinas sentadas en la puerta, cuando Internet era cosa de películas del futuro.

Pues el futuro ya está aquí pero siguen existiendo costaleros, revirá, levantá, martillo que llaman al esfuerzo. En el caso del paso de San Antonio, esfuerzo de 16 hombres con varios relevos. Juventud y experiencia, caras repetidas bajo el costal porque son hermanos que sacan a la calle sobre sus hombros varias imágenes de Arahal, reviviendo durante el año la emoción de una devoción que transmiten a nuevas generaciones.

San Antonio salió, como viene siendo habitual, con dos himnos. El de España puso al paso en la puerta después de que los hermanos manejaran su estructura como un “transformers”; el paso se reduce al mínimo para poder pasar por la puerta, incluso bajan un poco la imagen. Una vez volvió a sus formas procesionales, comenzó a sonar el himno de San Antonio que cantaron algunos hermanos y devotos.

La temperatura había bajado unos días antes y la tarde estaba destemplada y en su última hora, cuando el paso enfiló la barriada Pío XII, la antiguamente conocida como casitas del cementerio. San Antonio entra en ella dando un rodeo como mostrando su agradecimiento a un conjunto de vecinas y vecinos que durante años lo acompañan cada martes con su devoción y sus rezos. San Antonio es más que un santo, es el sostén de la fe, el paño de lágrimas, el confesor, el milagroso, el bendito. Por eso la devoción de sus vecinas es total y leal.

Pasó por San Lucas, San Lorenzo, San Mateo, casi San Simón para enfilar San Pablo, que más que una calle es una gran Avenida de Palmeras donde la estación de gloria y sus participantes se ensancharon para ocuparla y que San Antonio se abriera paso camino del centro.

La tarde comenzó a caer una vez pasan por la parroquia Santa María Magdalena donde lo esperaban representantes de las Hermandades allí acogidas: La Esperanza, Montemayor, Jesús Nazareno y la Asociación de Fieles de Santa María Magdalena. El templo se abrió, es el único por el que pasaría porque el convento de Nuestra Señora del Rosario está cerrado, sin actividad desde que se fueran las religiosas hace ahora un año.

San Antonio no llega a la Victoria, pasa rozando el barrio por calle Tahona y Doctor Morilla, dirección a la Plaza de la Corredera. Antes ya ha recorrido la mitad de Doctor Gamero, donde los pasos casi rozan los balcones. La Agrupación Musical Santa María Magdalena no se cansaba de tocarle marchas, Magdalena Bendita, Dios de Esperanza. Veritatis Splendor, Himno Eucarístico, Resucitó, Perdona a tu pueblo Señor, Alma de Dios o el Himno de San Antonio, entre otras muchas. Sólo pararon en calle Tahona para respetar el dolor por el fallecimiento reciente de un vecino.

Una revirá tras otra, San Pablo con Marchena, Iglesias con Espaderos, Monjas con Serrano, Doctor Gamero con Tahona, Doctor Morillas con Felipe Ramírez, Corredera con Duque, Duque con General Marina… Y de pronto, con la intensidad de la emoción que siente el público con Dios de Esperanza, la marcha de Germán García González, San Antonio recibe una petalada desde la casa del que fuera uno de sus mentores, Manuel González, donde hoy vive una familia paduana de devoción y tradición, la familia Peral.

Cuando el paso toma el ancho de la calle Madre de Dios, que se vuelve más desahogada que nunca por la falta de coches aparcados, todo está ya preparado para el punto álgido del recorrido. Una vez los costaleros entran con el paso en calle Málaga, seguidos de casi 100 músicos con el nombre de la Patrona de Arahal, no hay marcha atrás para la emoción.

Todo confluye en la entrada de la calle San Antonio. No cabe ni un alfiler cuando el paso llega a la Plaza dedicada a la Santa María Magdalena que envuelve el busto en recuerdo a su maestro, Manuel Rodríguez Ruíz. La procesión de gloria rodea la alfombra de sal que los músicos hicieron de madrugada con sus símbolos. Tienen que estrenarla los pies de los costaleros, 16 hombres que ya se han relevado varias veces, deseando siempre de volver bajo el paso. Vuelve a sonar el Himno de San Antonio, la calle con su nombre es un clamor anunciando su llegada.

 

 

Los representantes de la Hermandad, acompañados por autoridades religiosas y otras hermandades como Montemayor y la Esperanza, caminaban con dificultad ya y repetían “esto tiene que ser así, San Antonio va acompañado de su pueblo”. Ya hasta la Ermita sólo cabe destacar la levantá que dedicaron a un vecino fallecido en la calle, Juanma, devoto de San Antonio, cuya familia salió para recibir el paso, emocionada por como los costaleros, lentamente, con el Ave María de fondo, levantaban a pulso el paso.

Ya los cohetes anunciaban el final. La puerta de la Ermita rebosaba de púbico. Había llegado el momento de la despedida, 6 horas después de salir, el paso reviraba para mirar a sus vecinos y vecinas, la sombra de San Antonio se reflejaba sobre la fachada y sonaba, como no podía ser de otra manera, «Eterno sentimiento». Para terminar, la Santa María Magdalena tocó el himno paduano como despedida. Y todos cantaron.

Hasta el año que viene no, el martes San Antonio espera de nuevo a sus devotos.