Opinión
Arahal abre los sentidos para recibir los días santos
Huele a incienso y azahar. Arahal se despierta entre olores que abrigan el alma. Se despiertan los sentidos porque esta tierra está ansiosa por echarse a la calle a disfrutar de sus cofradías. Con ello, se volverá a repetir de nuevo el ritual de vecinos que no veíamos desde hacía tiempo, compartiendo acera con olor a incienso y a cera derretida, mientras vemos pasar junto a nosotros a penitentes, vendedores de patatas y músicos.
Y cuando los días empiezan a crecer, cuando las claridades primaverales empiezan a disipar las tinieblas invernales, cuando la vida parece renacer de su aletargo, la Cuaresma, como última etapa de ese itinerario de amor, nos adentra en esa última víspera, la que nos recuerda ungiéndonos las cabezas con ceniza que, debemos convertirnos y creer en el evangelio.
La última espera
Empieza la última espera, donde las calles de Arahal se ven surcadas por parihuelas en las noches de ensayos. En las lejanías, se oye la banda sonora del momento, sones de cornetas y trompetas en su última puesta a punto. Las secretarías de las hermandades son hervideros de cofrades para obtener la papeleta de sitio, ésa que año tras año certifica el amor a unos Titulares y la fidelidad a una Hermandad.
Intensidad que se vive cuando en los cultos cuaresmales, huyendo de formalismos y rutina estatutaria, se intensifica ese acercamiento al Señor y a su Bendita Madre, o acompañando a nuestros Cristos en esos Vía Crucis en los que en sencillas andas, otra vez, siempre otra vez, se propicia que la gente sencilla vivan la pasión de Cristo junto a sus devociones.
Los pestiños invaden las casas junto a las torrijas de nuestras madres y abuelas; una tertulia y un cante, se llama saeta; redobles por el parque, frío que se queda, ramos para un domingo, el pasado se repite pero son estampas nuevas; la primavera aprieta, la Semana que llaman Santa se acerca; lirios y claveles en el calvario y en las jarras rosas frescas; azahar en los naranjos, geranios en las macetas y un olor que recuerda que esto ya es primavera.
Carteles en los tablones anuncian cada culto y el pregonero espera en el Teatro Municipal junto al atril de madera donde recorrerá entre recuerdos y vivencias esa Semana Santa más añeja, mientras suena los sones de clarinetes, flautas y metales entre los aplausos procedentes de las butacas llenas de asistentes.
Ya viene la primavera empujando, ya llega nuestra Semana Santa, ya llega, señores, ya llega… ¡qué poquito nos queda!
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