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Cultura

Antonio Brenes pregonó de forma sencilla 37 años de vida, tradición y familia cofrade

 

El pregonero de la LII Edición de la Semana Santa de Arahal recibió el calor del público que se emocionó cada vez que se le entrecortaba la voz contando sus vivencias

 

 

C. GONZÁLEZ

Fotos: C. RAMÍREZ

Nadie que no haya nacido en una familia cofrade es capaz de hacer un pregón de Semana Santa como el de Antonio Brenes Peña. Puede ser más florido en el verbo, más pronunciado en la palabra, pero difícilmente tendrá tantas vivencias, imágenes e historias. Y el público que asistió al acto se vio reflejado o nombrado, porque no solo la familia estuvo presente, que es normal, sino quienes se rozaron por sus 37 años de vida cofrade, una vida que por un día parece haber anulado lo demás.

Antonio Brenes, pregonero.

Por ser bien nacido, el pregonero de la Semana Santa de Arahal en la LII edición, agradeció a todos y cada uno de los responsables de que esta mañana del día 13 de marzo estuviera en el atril del Teatro Municipal, a una semana del Domingo de Ramos. Allí los citó, a los vivos y a quienes pasaron a formar parte de los recuerdos, esos a los que más. Especialmente a su madre, Mari Peña. Además de dedicarle el pregón desde las primeras líneas, «Un ángel al cielo se fue», consiguió que su labor como madre representara al resto de madres de cofrades para demostrar que, aunque físicamente no está, sigue unido al hilo de su vida.

Fue contando su trayectoria desde los tres meses, cuando sus padres lo llevaron a la iglesia vestido de nazareno, un bebé sin entendimiento al que querían inculcarle la fe de sus mayores.

El pregón fue avanzando con su crecimiento. Primero recordó esos enseres del belén que se recogían para que ocupasen su lugar en la estantería los «capirotes de cartón  ordenados por tamaño y anchura». Una de las estanterías de la emblemática tienda La Fama, en la calle Cervantes, la de sus abuelos José Brenes y Antonia Domínguez. Allí vio y vivió sus primeras Cuaresma, cuando todavía no tenía casi tamaño para llegar al viejo mostrador de madera.

Citó barrios y les puso nombre por su idiosincracia. San Roque, el barrio cofrade y la calle, también cofrade por excelencia en sus recuerdos, es Cervantes donde vivían tres vecinos que trabajaron para continuar una tradición basada en la fe, su propio abuelo, Pepe Brenes, y Antonio Domínguez (propietario de otra tienda emblemática que llevaba su mismo nombre) y Jaime Jiménez. Fuentes de las que bebió para que el presente llegara de la mano de Antonio, y de tantos otros, compañeros de juegos, de tertulias (La Mudá), de fila de nazarenos y de trabajaderas (las del paso de la Vera Cruz -donde se estrenó como costalero- y del palio de la Virgen de las Angustias).

Fue un niño que construyó un paso con una caja de zapatos y, ni siquiera, porque «no hacia falta… con solo poner los brazos en cruz y la cinta en el radiocasete» ya comenzaba la procesión; fue nazareno cuando todavía andar con vara plateada y capa resultaba complejo. Fue un joven que talló un paso de madera, con flores de papel y velas viejas. Fue un cofrade que aprendió de trabajaderas junto a su padre, Antonio Brenes (profesor muy conocido en Arahal), algunas veces, en la reunión de un bar escuchando historias y anécdotas, o fue testigo del ruido de un paso que sale del interior de un oscuro almacén donde ha estado un año, momento que ya anuncia un nuevo Viernes Santo. 

José A. Martínez, presentador del pregonero y pregonero de la Semana Santa 2017.

Y, en adelante, todo sucedió como se esperaba, fue acólito, diputado de tramo y costalero. Y desde esta mañana, pregonero de la Semana Santa de Arahal, como lo fue su padre que emocionado lo escuchaba desde el patio de butaca porque reconoció cada una de las palabras, vio cada una de las imágenes que el hijo evocaba, sintió la mano de la madre cada Viernes Santo, la preocupación porque comiera durante la estación de penitencia (en casa de Mercedes de la calle Membrilla) y soñó, por unos momentos, que el tiempo se quedaba detenido en cualquiera de aquellas tardes de primavera en cualquier rincón de la Plaza de la Corredera, calle Cervantes, Iglesia, Marchena, Misericordia o San Roque.

Antonio Brenes Peña dedicó el pregón a su madre por tanto, pero también a su familia, a su barrio, a sus amigos a los que citó uno a uno, a sus tiendas de la infancia, a hermanos costaleros y capataces, algunos ya desaparecidos. Y finalmente, compuso un poema testamentario en el que declaraba lo que iba a decirle a San Pedro cuando lleguase a las puertas del cielo. Sin duda irá cargado con túnica, cordones y antifaz de la Esperanza y muchos recuerdos de vivencias en un paraíso que desafía cualquier espacio celestial. Un paraíso que está aquí, en Arahal.

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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