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Cultura

Alfred Hitchcock. ‘El enemigo de las rubias’, lectura para el fin de semana

Imperturbable, cínico, misógino, machista, reprimido, ambiguo y genial. Todo esto y mucho más era Alfred Hitchcock.

Abraham Menéndez aka Abe The Ape rinde un sentido y personal homenaje al hombre que supo plasmar en imágenes conceptos perturbadores como la necrofilia, el fetichismo y la represión sexual a través de unas películas noir que ya forman parte de la historia del cine.

Menéndez dedica, bajo el epígrafe de «La pandilla», un apartado a los principales colaboradores del mítico director de cine, desde Alma Reville, que además de su esposa fue «madre y ama de casa» y, montadora y guionista, la más importante colaboradora de su carrera. No se olvida del compositor Bernard Herrmann, al director de fotografía Robert Burks y al diseñador gráfico Saul Bass».

Todos ellos han sido retratados por el ilustrador, quien también comenta en el epígrafe que le dedica a cada uno de ellos lo trascendente que fue su trabajo en la filmografía del genio londinense. De igual manera procede con las catorce actrices que fueron protagonistas de sus filmes.

Este controvertido e inquietante mito de la gran pantalla fue un personaje único que alcanzó el éxito planetario y se convirtió en el primer director estrella. Este libro recorre su filmografía, sus actrices fetiches y sus influencias a través de unas ilustraciones elegantes, irónicas y repletas de influencias vintage.

Alfred Hitchcock nació en Londres en 1899. En su familia eran católicos estrictos y estudió con los Jesuitas. Hecho que le marcó profundamente.

Y pronto se puso a trabajar, había que ayudar a la familia y el pequeño Freddy tenía mucho que ofrecer al mundo. Antes de dirigir su primera película trabajó en todo lo que se le puso por delante y, gracias a sus dotes de ilustrador, empezó a rotular los carteles de diálogos de algunas películas mudas. Esto le sirvió de experiencia para dibujar más de 100 ilustraciones llenas de ángulos de cámara y expresiones faciales para la que sería su primera película: El jardín de la alegría.

«Empecé a dibujar desde muy joven. He cambiado poco. En aquella época tenía pelo. Ahora los tres han desaparecido».

Tras su primer éxito, El enemigo de las rubias, llamó la atención de Hollywood, pero él prefirió quedarse deambulando por las tierras de su Graciosa Majestad.

Dirigió un montón de películas mediocres hasta que de pronto llegó la Gaumont-British y, si bien empieza con la que considera su peor película (Valses de Viena), el genio eclosionó y dirigió algunos de sus grandes hitos británicos: El hombre que sabía demasiado (primera versión), 39 escalones, El agente secreto, Sabotaje, Inocencia y juventud y Alarma en el expreso.

Al final, terminó sucumbiendo al poder del dólar. A partir de entonces, la gloria. Y aquel niño gordo y reprimido se hizo famoso. Famoso y millonario de gustos no exageradamente sofisticados: mismo traje, comida casera, puros, vino y una modesta colección de cuadros (su artista favorito era Paul Klee).

Extremadamente tímido, Hitchcock promocionaba todo lo que hiciese falta con tal de conseguir un fin: vender la película. Fue el primer director estrella. Su nombre podía vender una película y salvarla del fracaso. El hombre delante del título, con permiso de Frank Capra.

Si había alguna película que aborrecía rodar, se centraba en crearla sobre el papel estudiando cada plano, cada problema técnico y sus soluciones. Una vez terminado, consideraba que estaba todo hecho. El rodaje era una mera formalidad.

De haber filmado él La Cenicienta, los espectadores correrían a buscar algún cadáver dentro de la carroza. Pensaba que cuanto más conseguido estuviese el villano de la función mejor era la película. Pasaba de la veracidad y la credibilidad, y se reía de quienes lo criticaban, «los lógicos», decía él. Esos que son capaces de rebajarte

una película de terror de hora y media a cinco minutos por que, al oír ruidos extraños, la protagonista sale a la calle en vez de subir al piso de arriba a ver qué pasa. Yo los llamo «los ridículos».

Alfred era consciente de su imagen, pero odiaba explicarse. La gente críptica es infinitamente más interesante. Siempre dijo que la crítica le importaba más bien poco. Solamente el público. No lo creo, pero su interés por entretenernos se lo agradeceré siempre.

 

Periodista corresponsal de la Agencia EFE, El Correo de Andalucía, eldiario.es... entre otros medios. Cubre principalmente Huelva y Sevilla en varios medios radiofónicos y prensa digital.

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