Huelva
Amed: de la chabola a un trabajo estable gracias a una ONG sevillana
Amed: de la chabola a un trabajo estable gracias a una ONG sevillana
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Amed llegó a España hace algunos años desde Ghana buscando un futuro para él y su familia, y lo que encontró fue un asentamiento de cartón y plásticos en Lucena del Puerto (Huelva), del que ha podido salir gracias a una ONG sevillana llamada ‘El anaquel del Pinsapo’. Está empeñada en mejorar su vida y la de sus compañeros.
A sus 27 años, ha conseguido un trabajo estable en un picadero, y conseguir precisamente un empleo que no pase por echar unos días sí y otros no en el campo es la base para que estas personas dejen definitivamente los campos de la localidad onubense, donde pasan calor en verano y se mojan en invierno. Intentan amarrar unos pocos euros que solucionen la carestía de vida que sufre su gente en la África profunda.
La base de lo que ha logrado tiene su origen en hace más de 25 años, cuando los jardineros del Ayuntamiento de Sevilla pusieron en marcha una actividad que nada tenía que ver con su trabajo, y formaron una asociación que hoy día tiene más de 200 miembros, y cuyo principal fin es fomentar el hábito de la lectura y las actividades culturales.
Sin embargo, la cantidad de socios con los que cuenta hace que su actividad sea muy versátil. De ello da fe Manuela Triánez, una mujer que tiene entre su modo de vida ayudar a que estas personas salgan de un lugar donde, en los cinco asentamientos que lo componen, viven más de 300 personas. Viven en unas condiciones que en muchos momentos del año son infrahumanas.
Más contratos
Amed es la segunda persona que consigue un contrato de trabajo para salir del asentamiento y poder alquilar una vivienda como cualquier otro ciudadano, y la previsión es que este año sean ocho inmigrantes los que cambien de vida para bien. Lo señala el responsable de la entidad, Luis Manuel Guerra, que destaca la “la labor silenciosa, generosa y persistente” de Manuela. Todo es un engranaje en esta asociación.
Es un engranaje. Ella es parte de un colectivo “que anónimamente contribuye a conseguir objetivos sociales concretos. Pelean para lograr la mejora de las condiciones de vida infrahumanas en las que conviven estas personas. Viven sin agua potable, ni agua no potable, sin electricidad, sin recogida de basuras, sin medios suficientes para subsistir, y después de ser utilizados para las campañas de recolección de los frutos rojos de la comarca, estos hombres y mujeres tienen que soportar el calor insoportable del verano y el frío y lluvia del invierno bajos aldeas de plástico”. Viven como animales en el campo, literalmente.
El trabajo que se hace desde Sevilla con estas personas tiene muchos ribetes, ya que se trabaja junto a otras organizaciones amigas y hermandades, como la de Las Misiones de Heliopolis, ya que, aparte de la labor final de conseguir sacarlos del asentamiento, “llevamos agua potable, agua sanitaria cada 15 días para el aseo personal y de ropas y enseres de cocina, alimentos y artículos de higiene, ropas de abrigo, mantas, colchones, bicicletas, etc., e incluso hemos construido un primer almacén piloto para la distribución de lo que les llevamos”. Todo ello, poco a poco. Y todo va sumando.
Una iglesia
Para que nada falte, el espíritu también que estar estable. Están levantado una iglesia en el asentamiento principal, para que cada cuál rece según su creencia, y que incluso sirva como centro de actividades culturales cuando no se use para ritos religiosos, con actividades complementarias como “ayudarles a conseguir documentación, como pasaporte, certificados de penales, empadronamientos o cartillas sanitarias”. Todo se hace siempre en coordinación con ellos. Y ellos lo agradecen.
El fin principal es “que los empresarios sean más responsables y realicen contrataciones legales con el objetivo de que no sea la contratación ilegal el efecto llamada de estas personas que cruzan el estrecho en busca de mejores condiciones de vida para ellos y para sus familias. Todo porque malviven en sus territorios de origen. Toda ayuda es poca. Y cada día llega más.
En esa pelea trabajan profesionales de todo tipo. Hay escritores, médicos, empresarios, amas de casa, profesionales, jubilados y pensionistas, abogados, enfermeras, administrativas, profesoras, catedráticos, pintores, periodistas o jardineros, porque la cantidad de gente que se ha unido al Anaquel del Pinsapo hace que prácticamente haya una persona para cada necesidad que cubre, ya sea esconder un libro en la Plaza de España de Sevilla para que lo encuentre un turista o conseguir dar una vida digna a quién una vez se montó en una patera en busca de su nuevo mundo. Y, poco a poco, lo van consiguiendo.
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