Provincia
Un crimen prescrito, sin resolución ni respuestas
SEGUNDA PARTE
C.G.
El crimen de Los Galindos es un tema tabú, un asunto delicado, “999 preguntas”, más o menos, sin responder, un crimen perfecto porque no se ha resuelto y zafio porque ni el método, ni la premeditación, si la hubo, fue pensada para no ser descubierta.
El crimen de los Galindos prescribió en 1995, el 22 de julio, hace 18 años. Los medios de comunicación ya no le dedican reportajes ni siquiera menciones. Las nuevas generaciones de paradeños conocen los hechos de oírlo hablar entre sus familiares o por el buscador google donde introduces la palabra crimen y apareces entre los tres primeros, detrás de los de Almonte y Alcacer.
Pero cada vez que se habla del tema, a la mente de la mayoría de quienes vivieron esos días, no sólo en Paradas sino en la comarca, llega un profundo miedo y desconcierto por la falta de entendimiento de tanta barbarie junta en un pequeño pueblo de Andalucía. 38 años después no existe miedo, sólo pena solapada, frustración por no haber llegado hasta el fondo de la historia. Aunque no está presente a diario, tampoco se ha olvidado.
Este quíntuple crimen no se esclareció porque todo se alió para que así fuera. Primero hay que pensar en la fecha: 22 de julio de 1975, a cuatro meses de la muerte de Franco. El lugar: un pequeño pueblo donde a lo máximo que estaban acostumbradas las autoridades era a asistir un accidente o un suicidio. La Guardia Civil por no tener no tenía ni medios de comunicación con sus mandos superiores.
También se sumó el vacío que existía en ese momento en el partido judicial de Marchena, al que pertenecía Paradas, con la plaza de juez vacante. Víctor Fuentes, es el juez de Carmona que hace de sustituto y está de vacaciones cuando llega el aviso desde el cuartel de la Guardia Civil de Paradas en el que explicaban que en el cortijo de los Galindos habían aparecido “dos muertos y un fuego”. Tampoco hay médico forense, solo el juez de Paz, Antonio Jiménez, que llevaba unos meses jubilado.
Finalmente, en un primer momento, como autoridades en la materia, acuden varias personas desde Marchena. El juez Andrés Márquez, el médico ya jubilado Alejandro Arcenegui, su hijo Ildefonso Arcenegui, entonces estudiante de Medicina, y José Zapico, auxiliar judicial de Ecija.
Todos llegaron a primera hora de la tarde y “aquello parecía una feria”, había vecinos de Paradas por todo el cortijo, tocando pruebas, pisoteando los rastros de sangre que se extendían principalmente por dos tramos del cortijo, el patio y la vivienda del capataz.
Cobertizo ardiendo
Antes de esa hora, cuentan al juez los pasos que han dado desde el descubrimiento de la escena. Los trabajadores, que a primera hora salieron para “acuchillar” los olivos situados en unas tierras desde la que se veían el cortijo, dirigidos por Antonio Fenet (el recadero), ven a lo lejos una columna de humo salir del cortijo, eran aproximadamente las cuatro de la tarde.
Se desplazan con cierta urgencia hasta las edificaciones temiendo que hubiese un fuego importante, pero sin idea de lo que allí se iban a encontrar. Fenet, cuando ve el cobertizo ardiendo y nadie alrededor, corre para el cortijo con la intención de avisar al capataz, pero no lo encuentra. Tampoco encuentra a José González, que estaba en el cortijo arreglando la empacadora de paja cuando el salió por la mañana.
Entonces, el trabajador repara en las gotas de sangre del patio del cortijo, busca al capataz pero la cancela de la vivienda está cerrada con llave. Nadie responde a las voces. Los jornaleros intentan apagar el incendio, en medio de un fuerte olor a gasoil. Fenet intuye que algo no va bien y decide acercarse al pueblo en su moto para avisar a la Guardia Civil. Antes de irse, bastante asustado y preocupado, dice a los jornaleros, con los que hasta un rato antes había estado trabajando, que sigan intentando apagar el fuego.
Antes de llegar al cuartel, Antonio Fenet se encuentra con “Manolito” el municipal (Manuel Pastor Jiménez) y le cuenta lo que ha visto en Los Galindos y éste le responde: “Vete para el cortijo que yo aviso a la Guardia Civil”. El trabajador decide pasar por su casa para cambiarse de ropa y vuelve al cortijo, para entonces ya estaban allí los municipales y la guardia civil.
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