Adrián Rodríguez Segura: ‘La arquitectura está rompiendo con los moldes que llevaron a la crisis del ladrillo’

El joven arahalense ha sido el mejor expediente de esta disciplina en España y ha recibido uno de los premios Real Maestranza de Sevilla

C. GONZÁLEZ

Arahal

Una de las razones por las que Adrián Rodríguez Segura se sentía especialmente feliz recogiendo el reconocimiento del Ayuntamiento de Arahal y el de la Real Maestranza de Sevilla esta semana es porque su madre, Soledad, estaba ‘radiante’. Con 24 años se ha convertido en un prometedor arquitecto. Ha sido el mejor expediente universitario de Sevilla y del resto de España en esta disciplina, con un 9.33 de nota media.

El mérito de Adrián Rodríguez es mucho y no sólo por haber terminado una carrera difícil pero ‘apasionante’ y hacerlo con tan elevada nota. Una grave enfermedad en su entorno familiar lo ha puesto con los pies en el suelo en muchas ocasiones, por eso valora cada sonrisa de su madre, especialmente la de los últimos días. ‘Mis hermanos y yo hemos aprendido a valorar los pequeños momentos, a acudir cuando la situación empeoraba y esforzarnos para continuar’. Tiene un hermano mayor también arquitecto y el pequeño estudia Ingeniería.

‘Cuando éramos pequeños, en casa de mi abuela, mi hermano y yo, andábamos siempre construyendo algo con los juegos de piezas, me ha gustado siempre el dibujo, la geometría, las matemáticas’, cuenta. Adrián ahora puede hacerlo con edificios reales.

Antes de terminar la carrera, cuando llevaba el 60% de la misma, consiguió una beca, por medio de la Caja de Arquitectos, en la que le asignaron el prestigioso estudio madrileño Nieto y Sobejano, con oficina en Madrid y Berlín, para hacer prácticas en proyectos europeos. ‘La beca era de 6 meses y estuve 8 pero, aunque querían que me quedara, opté por terminar antes que nada la carrera’, cuenta. Cuando la terminó el pasado mes de junio, lo volvieron a llamar y de momento se quedará un tiempo indefinido.

Adrián Rodríguez en la Plaza de la Corredera de Arahal.

Estos días a Adrián sonríe abrumado con tantas felicitaciones, no sólo institucionales, sino de sus vecinos y amigos. ‘De verdad que jamás me he sentido el mejor en nada, sólo he sabido enfocar mi vida y mi esfuerzo para llegar hasta aquí’, dice.  Él considera que la arquitectura es una disciplina ‘tan amplia y compleja, que puedes ser bueno en algo pero no existe el mejor arquitecto’.

Actualmente diseña, junto a su equipo, un proyecto denominado ‘La Ciudad del Teatro’ que se instalará en París, encargado por las tres compañías francesas más importantes, el Teatro del Odeón, Comedia Francesa y el Conservatorio de Arte Dramático. ‘Se reutilizará un edificio con mucha carga histórica, el Palacio Garnier, incluye el trabajo conjunto de varios especialistas en estructura, paisaje, acústica’, describe el joven arquitecto.

Con este apunte sobre el proyecto que diseña, define ya su forma de ver y hacer arquitectura. ‘Es imprescindible reutilizar lo que ya existe en vez de tirar y construir de nuevo’. Su filosofía de trabajo es que la sociedad debe dar paso a otras formas de diseño que tienen en cuenta el entorno y su cuidado. Para nada se definiría un arquitecto clásico, más bien se considera ‘trasgresor’ porque intenta ofrecer la visión de las nuevas generaciones.

En este sentido, asegura que la arquitectura actual ‘está rompiendo con los moldes que llevaron a la crisis del ladrillo’. Empezó la carrera en estos años en los que se sufría la caída del boom inmobiliario, para él ‘las nuevas generaciones están tratando de reinterpretar la arquitectura’. Algo parecido a lo que ocurrió en la revolución industrial en la que aparecieron arquitectos trasgresores como William Morris (1834-1896). ‘Supo decir hasta aquí y rompió los esquemas de aquel momento, las nuevas generaciones ahora también están rompiendo esos esquemas’.

Convivir con lo clásico, como las setas de Sevilla

Para Adrián las nuevas arquitecturas tienen que convivir con lo clásico porque ‘nosotros también tenemos que dejar nuestro legado’. Y pone de ejemplo las setas de Sevilla. Una construcción que ha resultado muy polémica pero, dice, ha conseguido que ese espacio se convierta en ‘un enclave donde ocurren casi todos los eventos de importancia de Sevilla’. Es uno de los objetivos que, a su entender, tiene que conseguir esta disciplina: ‘que los espacios funcionen’.

Su proyecto de fin de carrera lo dedicó a las posibilidades de regeneración de un pueblo abandonado de Cáceres, Granadilla. Donde cualquiera de los mortales ven devastación, maleza y derribo, Adrián ve casas respetuosas con su entorno, que aprovechan al máximo la luz solar, realizada con materiales naturales.

En definitiva, se trata en su opinión, de ‘reutilizar y recuperar lo que ya hay, mi proyecto está enfocado en pueblos abandonados en los que hay una base material que permite activar lo que ya existe, no hace falta seguir construyendo’, explica el joven arquitecto.

Es un arquitecto de su generación, que está encantado de trabajar en Madrid, aunque concreta que en realidad vive en un barrio, Valdebernardo, ‘es como un pueblo’. Y así lo describen en varios artículos, una zona tranquila ‘con un diseño racional y parcelas para equipamientos públicos’. No es baladí que lo haya elegido para vivir.

El joven arahalense está encantado con su trabajo, aprende cada día y vive experiencias que sólo hace unos años parecían imposibles. Como aquella que lo llevó, junto con su equipo, hasta Laulasma, Estonia a presentar en una exposición el proyecto del Centro Arvo Pärt, un espacio en pleno bosque concebido para mantener vivo el legado creativo del gran compositor estonio.

Después de recoger premios y reconocimientos ha vuelto a Madrid para seguir un camino que lo puede convertir en uno de los mejores arquitectos de España, igual que ha logrado ser el mejor expediente universitario de su curso, 2016/2017.