Empresas
Plaza Vieja y La Venta, dos Mercados de Abastos que sobreviven al olvido
C.GONZÁLEZ
Dos Plazas de Abastos, Plaza Vieja y La Venta. Una data de 1900 y otra se inauguró 84 años más tarde. Hoy subsisten casi a la fuerza, con menos del 50 por ciento de los puestos disponibles ocupados. Los inquilinos/as, empresarios/as principalmente del sector de la alimentación, aunque también hay de floristería y peluquería, se quejan del escaso acondicionamiento de las instalaciones. «Se pasa frío y calor», «las alcantarillas huelen mal», «cuando entras hay sensación de abandono» o «no hay aparcamientos», son algunas de las críticas de quienes apuestan porque los dos mercados más tradicionales del pueblo, no caigan en el olvido.
Quienes superan los 40 años, recuerdan la Plaza Vieja como el centro neurálgico del pueblo. Si Arahal se hubiese podido dividir en las partes de un cuerpo, esta zona, centro antiguo, era el corazón. No sólo estaba el antiguo mercado de abastos, hoy renovado completamente por dentro, sino una serie de míticas tiendas como el Marchenero, María Corriente, Curro Begines, entre otras, que daban más calor a la actividad diaria.
La plaza era, sobre todo en días de compra, un hervidero de vecinas que iban y venían con sus cestas o carros. La Plaza Vieja, la única que existía entonces, se abría en algunas esquinas para dar paso a los puestos de churros, que calentaban los cuerpos hasta bien entrada la mañana .
Hoy no existe ni la sombra del recuerdo. Entrar en la Plaza Vieja no invita a comprar sino a salir lo antes posible, en invierno es fría como una cueva y en verano se convierte en un horno donde no resisten ni las moscas.
Es un edificio sin personalidad. Tiene 14 puestos y sólo 6 están ocupados. Por dentro parece menos mercado que el de La Venta, aunque es ocho décadas más antiguo. Y no es porque las empresarias no pongan empeño. Tienen productos frescos a diario, sus puestos están ordenados y vistosos con alimentos de temporada. La que más tiempo lleva es Dolores Escamilla, 38 años en su puesto de carne. «He visto hasta 3 remodelaciones en esta plaza», dice, recuerdos de tiempos en los que con su madre atendía a las clientas, de toda la vida. Su marido, Luis, hostelero que se ha acercado un momento al puesto, dice que la gente no viene «porque aunque el Mercadona es más caro, te da una serie de comodidades, que aquí no existen».
Quejas y propuestas
Porque hay quejas pero también propuestas. Por ejemplo, que la instalación de una consigna en una pequeña habitación. «No hay aparcamientos y la gente viene a comprar, si se quiere tomar un café, tiene que ir cargando con las bolsas», dice Luis. Todas coinciden en el perjuicio que supone la falta de aparcamiento en la zona y la desaparición del mercadillo de los jueves en la calle Pilar. «Se lo han llevado tan lejos, que ésto ha muerto», aseguran.
Pagan de alquiler desde 60 a 100 euros, depende de los módulos. Y los gastos como cualquier otro comerciante, incluida basura, aseguran. Muchos han llegado, aguantado un tiempo, hasta conseguir un traslado a una zona mejor o simplemente han cerrado porque las ventas, después de meses, seguían sin levantar cabeza. Porque es cierto que es un alquiler barato pero en el centro, hoy en día, aparcar es casi un milagro y se ha convertido en condición indispensable para una buena zona de negocio.
Eva Paredes es la que menos lleva en la Plaza, tiene un pequeño puesto de flores, Arte Flor. Se queja, además del frío y el calor, de la fuente que hay en medio de las instalaciones. Se lleva todo el día advirtiendo a la gente que tenga cuidado con los niños, «esa fuente no sirve de nada y no es el primer niño que se hace daño en ella».
Algunas de las quejas tiene fácil solución, según las inquilinas de la Plaza Vieja, pero aún así los responsables municipales «no echan cuenta». Por ejemplo, apagan las luces de las instalaciones a primera hora de la mañana, cuando aún es de noche, y «no podemos ni montar el puesto en condiciones», dice Toñi García, la responsable de Pescadería de la Mar al Plato. También añaden que «si simplemente pusieran a las puertas de entrada un mecanismo para que se cerrasen sola, se evitarían las corrientes y entrarían menos frío de la calle».
Alcantarillas tapadas en La Venta
Igual pasa en la Plaza de Abastos La Venta. Los empresarios con puestos en ella tienen tapadas las alcantarillas para que no salga el mal olor, algunas rebosan suciedad y otras están fabricadas con materiales desechados de otras instalaciones municipales como la piscina, según informan los mismos dueños de los puestos. Son rejillas de plástico y deberían ser de aluminio para poder limpiarlas bien.
«Se lo hemos dicho al Ayuntamiento muchas veces, que están rotas, mandan al operario y viene pero no hace nada y después no hay un seguimiento para averiguar si el problema se ha resuelto», dice Miguel Ángel Guisado, responsable de la Carnicería de Lastra, sucesor de Juanita Lastra que fue una de las empresarias que inauguró las instalaciones en 1984. En La Venta hay 16 puestos y sólo están ocupados 5, ni la tercera parte.
La sensación de desalojo que da entrar la intentan disimular ampliando los puestos, pero sólo lo consiguen a medias. A nada que el visitante empiece a rodearlos, encontrará que la mayoría sirven medio de almacén al resto o que el vacío y la inactividad ha llegado para quedarse.
«Arreglaron el baño cuando se lo pedimos y vienen a limpiarlo» dice Salomón, otro carnicero, que paga 200 euros de alquiler por su puesto y se queja, al igual que el resto, de la sensación de abandono que dan la suciedad y los puestos vacíos. «Aquí sí tenemos aire acondicionado pero el motor lo pusieron dentro y se calientan tanto que es malo hasta para los productos», cuenta este empresario. También se quejan de la falta de aparcamientos, algo esencial para cargar la compra. «Es una zona incómoda para llegar con el coche», dicen.
Los mercados de abastos se han visto perjudicados también por los cambios de costumbre en el consumo y por las grandes superficies. Miguel Ángel Guisado incluso echa la culpa a los mismos inquilinos de los mercados: «Para que el puesto tenga buen aspecto, hay que poner una buena vitrina y gastarse el dinero». Este joven también asegura que, para montar un negocio, la administración pone demasiadas dificultades, «podían poner una floristería, cafetería, churrería pero piden mucho por el proyecto y la gente se echa para atrás», explica.
«Aquí vamos con retraso» añade Miguel Ángel, «toda las ciudades vuelven a los Mercados de Abasto y aquí están abandonados». El de la Plaza Vieja, centro de vida, está en punto muerto esperando un proyecto de rehabilitación que depende del tiempo político. La Plaza de La Venta igualmente, es la puerta del visitante que busca algo tradicional sin acabar de encontrarlo.
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