Cultura
José Antonio Revilla, 36 años sintiendo en los hombros la fe y tradición de la primera cuadrilla de Hermanos Costaleros
C. GONZÁLEZ @verbigracia_6
El Viernes Santo de 1979 cayó en 13 de abril. Sólo un mes antes se celebraron las primeras elecciones generales legislativas en España, el país estaba en plena transición. José Antonio Revilla Torres tenía 17 años recién cumplidos, era un joven inquieto que había vivido desde pequeño la vida de Hermandad. Ese año se empeñó, junto con un grupo de amigos, en crear la primera cuadrilla de Hermanos costaleros. Así lo hizo, pero no pudo estrenarla porque llovió y el Cristo de la Esperanza, su Hermandad, no pasó de la puerta.
Ese Viernes Santo los vecinos y vecinas de Arahal miraban al cielo, como ha pasado durante muchas primaveras, anteriores y posteriores. Entonces las previsiones meteorológicas no eran tan precisas, aunque hoy en día, que lo son en mayor medida, los vientos cambian la dirección de las nubes, y los pasos se mojan por un simple chaparrón inesperado o no cae una gota en toda la tarde aunque se esperen lluvias intensas.
Ese año llovió y la Hermandad Sacramental de la Esperanza se quedó en el templo y el público en la calle con la decepción de no ver las imágenes esperadas durante un año. Para consolar un poco la espera de doce meses, el Cristo salió hasta la puerta del templo, pero poco más. La primera cuadrilla de Hermanos Costaleros llevaba dos años de ensayos y ese fue su estreno en Arahal. La decepción la suplieron con el paso del Cautivo de la Hermandad del Santo Entierro de Morón que había sacado el Domingo de Ramos.
Esta primera cuadrilla de costaleros había estado ensayando y su origen se situaba dos años antes. Llegó de la mano de Federico Aranda, Antonio Brenes y José Antonio Revilla. De los tres, sólo está en activo el último. 36 años de costalero, sacando pasos no sólo en Arahal sino en Sevilla, Carmona, Morón, donde quiera que un amigo está y necesita que le eche una mano. Aquí mismo en Arahal, lo ha hecho apoyando el Jueves Santo a las cuadrillas de la Misericordia.
Esas primeras andanzas de Hermanos Costaleros tienen nombre propio: Betan, Luciano Marín, Antonio Brenes, Isaac y Jorge Flores, Palomero, Luis Fernando y Josá Manuel Camacho, Jesús Pérez, Cala y alguno más que se queda en el tintero de la memoria. Desde entonces han sido muchas Semanas Santas para José Antonio Revilla, ha recorrido todas las posiciones debajo de las trabajaderas y se adapta a todas.
Mítico capataz
Su resistencia se basa en el Deporte. “Todos los años digo que es el último pero aquí sigo, hago atletismo y algo de pesas para fortalecer la musculatura y conseguir sacar el paso”. Ha estado a las órdenes del mítico capataz sevillano Rafael Franco, representante de un saga de capaces que se remontaba a finales del siglo 19 en Sevilla. En 1980, sólo un año después de su estreno, sale con él y la Hermandad de Monte-Sión.
Precisamente con esta Hermandad sevillana ha vivido uno de sus recuerdos más intensos, de los que se guardan hasta el final de la vida. “Metido de patero he hecho la revirá de la calle Campaña con Monte-Sión dirigido por la voz de Rafael Franco y con los sonidos de la Santa María Magdalena detrás”. Recuerdo le lleva a pensar: De aquí, al cielo. También con este paso vivió un momento de mucha tensión un año en el que el capataz se resbaló y cayó pasando el paso por encima, fue en la calle Sierpes.
Serían cientos de anécdotas. Algunas que comparte con otras personas, como la del año 1995, cuando un intenso chaparrón cogió a la Hermandad de la Esperanza en el punto más alejado del templo en su estación de penitencia el Viernes Santo, calle Vicoria. “No recuerdo bien como llegamos a la iglesia, desde la calle Victoria, sólo paramos un instante, fue emocionante porque acudieron nazarenos, viejos costaleros, todo el mundo quiso echar una mano”, cuenta José Antonio.
Los testigos de ese momento pudieron comprobar cómo el paso de palio, con la Virgen de las Angustias y San Juan Evangelista, no andaba, los costaleros casi rozaban el suelo, en una carrera que, sin querer, emocionaba. Que no se moje la Madre de Dios!!! Tanto fue el esfuerzo que, cuando entraron en el templo esos 30 hombres, y todo aquel que sostenía como podía tanto esfuerzo, se tiraron al suelo agotados, sin aliento y aliviados al saber que habían conseguido resguardar las imágenes en el templo.
José Antonio Revilla ha vivido en 36 años todos los cambios. “Ahora se trabaja mejor, más técnica, hay muchos costaleros de Arahal que llevan pasos en Sevilla, antes sólo íbamos a ver para aprender”, explica. Ha mejorado la parihuela, ahora es de hierro hueco por lo que pesa menos que la madera. Y, en la actualidad, ser costalero es una consecuencia lógica de haber sido durante muchos años nazareno, de haber vivido desde pequeño la tradición de pertenecer a una familia cofrade. Además, la mayoría de las cuadrillas están dobladas por lo que se reduce el tiempo bajo el paso.
A José Antonio Revilla sus compañeros le dieron un cuadro por su labor el año pasado. “Esta gente quiere ya que me retire”, dice sonriendo. Pero muy grande tiene que ser este sentimiento para que cueste tanto dejarlo. Uno de los últimos en hacerlo en la Hermandad de la Esperanza fue Juan Quero, el año pasado.
Este año volverá a sentir la emoción cien veces renovada.
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