Provincia
30 años sin Luis Camacho, autor de “Nostalgia y poesía”
JOSE A. SUÁREZ. Marchena
30 años se cumplieron ayer de la muerte de Luis Camacho Carrasco, (Morón, 1907-Marchena, 1984) poeta, abogado, profesor de literatura, articulista, padre de siete hijos, ex alcalde de Marchena, hijo predilecto del municipio (1970) que presumía de ser “un cateto de pueblo”.
Se ha conmemorado con una ceremonia religiosa en el templo de San Juan (Marchena) y un poema inolvidable en la memoria de su familia donde el autor intuía su propia muerte. Ocurrió el mismo día que entró la primavera, un 21 de marzo de 1984, cuando le falló el corazón. Era un certero soneto para García Ulecia, (poeta de Morón) en el que se barruntaba el fracaso de ver “que ni en la muerte está la vida”.
Precisamente al poeta García Ulecia (1933-2003), entre otros, le debemos la conservación y publicación de los textos de Camacho, editando dos libros, Nostalgia y Poesía (Marchena,1988) y Crónicas de la nostalgia (Morón 1993). Según Ulecia se parecía físicamente a Cernuda pero con un “aire galdosiano, (…) la voz grave y dulce, su conversación ingeniosa y afable, la luz de su frente, la fiebre bondadosa y lírica de sus ojos”.
“Nostalgia y Poesía”, incluye crónicas costumbristas publicadas en la prensa de Morón (semanario Arunci, 1955-1962) y Marchena (publicó su columna “Marchena Cinco Minutos” en el I.M. Informativo Marchenero, hasta los años 80). Su familia aún conserva piezas inéditas, ya que nunca ambicionó hacer carrera literaria, tampoco publicar libros. Los textos fueron elegidos por Luis Camacho, Alberto García Ulecia, Luis Ortiz Lara y Miguel Angel Yáñez Polo.
Es un texto hecho con los ojos de un poeta sencillo pero exquisito, sobre la vida cotidiana de un pueblo y un paraíso perdido. El de la inocencia de la campiña de hace cincuenta años. El avance de los bloques de pisos convirtió los patios soleados llenos de macetas en artículos de lujo. Las casas palacio se destruían con la misma inexplicable alegría con la que el dinero fluía, frente a la aprobación general.
Los costumbristas encontrarán en él trozos de un mundo rural que ya no existe. Los amantes del arte; un ser humano humilde, un poeta y escritor de gran calidad y sensibilidad.
Pudo aspirar a todo pero eligió la vida tranquila de la familia y el pueblo. Prefirió la dicha de los paseos campestres vespertinos hacia el cerro de Los Barreros, contándole “historias increíbles” a sus hijos. Cada noche cuando terminaba su jornada como abogado en la Casa del Escudo, corría escaleras arriba hacia el dormitorio de los niños y les contaba cuentos en base a capítulos reales de la historia, sus preferidas eran las relacionadas con Napoleón.
Hasta el punto de que a pesar de que no le gustaban los viajes accedió a ir a París. Por la mañana se sorprendía con el sonido del cuco, anunciando la primavera. Todo esto llenaba su universo poético.
Dejó escrito en Nostalgia y Poesía. «Vosotros tenéis la prisa».(…)»Nosotros tenemos la libertad, (…) en la vida verdadera, la de la naturaleza, los campos, de los cielos, de las inapetencias resignadas y sabias, donde no existe el tiempo, ni la prisa, ni la angustia dolorosa del pequeño fracaso cotidiano».
La casa de la Calle Carreras, número 17, junto a la Casa del Escudo -su casa-, ahora vacía y cerrada, tras la muerte de su esposa, Georgina López de Sagredo, en 2009, se ha convertido para su familia en una pura nostalgia.“¿Porque no se compra usted un piso?. Y usted, ¿porqué no se compra una nostalgia?».
Una casa que definía a la perfección a su propietario. Luminosa, sencilla, auténtica. Conserva su estructura del siglo XVI, con pozo, hierros de forja, azulejos hechos a mano, suelo y zócalo de ladrillo, todo original. Patios llenos de plantas, y macetas y una sencilla fachada de ladrillo por donde discurren las cofradías en Semana Santa.
Viejas casonas: «caricia de fondo de arcón adamascado de un verde de terciopelo de siglos», dejó escrito. En esta casa se respiraba un ambiente culto, sencillo, pero lleno de amor por la cultura, y alejado de dogmas de todo tipo, donde casi se desayunaba pan y literatura.
Su vocación poética y literaria la han heredado dos de sus hijos; Dolores, -que al igual que su padre –“poeta de pies a cabeza, maestro de vida, escucharlo era una cátedra”, define- cultiva versos casi en secreto. De entre todos los escritos de su padre, Dolores elije un texto en el que describe cómo siendo niño, descubre la pasión poética, como un vértigo dentro de sí mismo. Su hermano Ignacio, es más conocido como periodista, reputado analista político, articulista y ex director de ABC.
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